Se quedó en un vídeo terrible con el que captar al espectador de las noticias. «Les advertimos de que las imágenes...» es esa coletilla con ... la que los presentadores se curan en salud antes de mostrar una escena durísima en televisión, y que a algunos nos hace volvernos y, a otros, levantar la vista para no perdérselas. No me hizo falta verlas para conmoverme. Dos niñas de cinco años y un bebé desaparecido, dijeron. Y otra de 16. Y cuatro mujeres más. Muertas en el puerto cuando volcó el cayuco. Todas mujeres. «Dos niñas de cinco años y un bebé desaparecido», resonó en mi cabeza. No se necesitan fotos para que el estómago se encoja.
Decía el párroco de El Hierro: «No hay forma de consolar a una madre que ha perdido a su bebé». No, no hay consuelo para una madre que lo ha llevado en el vientre durante meses y en brazos, durante días, acurrucada en un cayuco con tal de que tenga un futuro. A la madre que lo metió en esa locura de intentar llegar a Europa en una cáscara de nuez en medio del océano. ¿Cómo consolarla?
No hay consuelo para todo un continente. Y, sin embargo, por aquí seguimos con nuestras cloacas, nuestras batallas entre partidos y nuestros reproches mutuos. Como si no hubieran muerto varios niños en aguas españolas. Como si esos niños fueran menos que los nacidos aquí. O menos que los de Gaza. A menudo hay quien intenta sacudir las conciencias apelando a que los niños ucranianos nos preocupan más que los gazatíes, pero los que murieron en El Hierro quizás están más por debajo todavía.
Miles han muerto durante años en la llamada «Ruta Atlántica», la más mortífera del mundo, según la ONG 'Caminando Fronteras' Solo en 2024, murieron en esa ruta más de 1.500 niños y niñas. 1.500 'Alan', ¿lo recuerda? Alan fue un niño sirio que apareció tendido sin vida en una playa y su foto llenó las portadas de todo el mundo. Nos espantó la imagen y, durante días y hasta semanas, clamamos al cielo y a Europa para que hicieran algo y evitaran que volviera a repetirse. Pues bien, se ha repetido. Anteayer y en las costas españolas. Y lo ha hecho decenas de veces sin que se nos mueva una ceja durante estos años. Pero somos capaces de seguir con nuestra vida con 1.500 Alan cada año a nuestras espaldas. Por ellos no nos movilizamos. No salimos a la calle a manifestarnos ni acampamos en los aledaños de los campus. Ni por esas mujeres que han muerto en el mismo cayuco. Cuatro. Ninguno lleva bandera que poder ondear para acusar a un gobierno u otro de inacción o de hipocresía. Para eso ya tenemos los niños gazatíes o los 'menas'.
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