Una vida
Una vida entera. A eso se refería una mujer, bañada en lágrimas, mientras veía arder su pueblo en Zamora: «Una vida entera ahí metida. Si ... se te quema a ver qué haces». Lo decía mientras su casa aún humeaba sin que ella pudiera hacer nada para detener el desastre. E, inevitablemente, resonó en mi cabeza el eco de tantas voces en Valencia lamentando la desgracia de la dana. Una y miles de vidas enteras que se llevó el agua, como ahora en León, Ourense o Zamora se las está comiendo el fuego. Vidas completas en las víctimas y vidas sintetizadas en las casas que han desaparecido. Perder la vida no tiene comparación, pero perderlo todo no se queda corto. Y mientras veo los rostros de angustia de los castellanos y los uno mentalmente a los de aquí, me pregunto dónde están los gestores de lo público, elegidos para mejorar nuestras condiciones de vida.
Por fin, Sánchez dio la cara. Literalmente, solo la cara. El plasma aquel que criticaban a Rajoy aunque lo del expresidente popular fuera una comparecencia de vete tú a saber qué tema. Lo de ahora, con Sánchez en pantalla desde Lanzarote, es mucho más grave. Es perder la oportunidad de mostrar a los ciudadanos que su prioridad es la catástrofe que están viviendo muchos de ellos. Ni desde el Ventorro ni desde La Mareta se soluciona nada. Dirán los palmeros de turno que acudir al lugar no ayuda, sino que vende. Será verdad, pero priorizar el seguimiento de la crisis desde la Moncloa manda un mensaje claro a todos: no hay nada más importante para el jefe de Gobierno que el drama que vive el país. Tanto como para dejarlo todo y volver a su puesto. Es lo que entendimos los valencianos cuando vimos a los reyes manchados de barro en Paiporta. ¿Se hubiera quedado Sánchez en la playa si hubieran ardido La Garrotxa o Montserrat? Si quieren empatía, que la pidan.
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