Pitoniso Puigdemont
Lo decía Pedro Sánchez hace unos días en Jarilla tras visitar las zonas quemadas de Extremadura: «El Estado somos todos». Y lo repitió varias veces ... por si había alguna duda, para subrayar que la lucha contra el fuego es una responsabilidad de todas las administraciones. Insistió para que le oyera la presidenta Guardiola a la que reclamó también «lealtad institucional» contestando a sus críticas y a las de los presidentes Rueda o Fernández Mañueco, de Galicia y Castilla y León, respectivamente. Razón no le faltaba pues solo desde la coordinación se pueden combatir los retos ambientales que la Península Ibérica tiene por delante ya sean incendios o inundaciones, como en Valencia. Y hablo de la península por señalar un entorno que sufre embates comunes, no en vano, Portugal padece el fuego de forma recurrente como le sucede a España, o Italia, inundaciones descontroladas, como las vividas aquí. Y ambos son fenómenos que compartimos con el resto de los países mediterráneos, uno de los bancos de pruebas del cambio climático.
Sin embargo, me pregunto si ese discurso lo mantiene Sánchez más allá de las citas catastróficas o si lo deja, como la camisa verde, para las visitas a zonas afectadas por tragedias. Lo pienso mientras leo las declaraciones de Puigdemont y Junqueras anunciando un otoño no ya caliente sino sísmico. Dice el de Waterloo que «a lo mejor pasarán cosas que no habían pasado hasta ahora», pero después de un volcán, una dana, una pandemia, una guerra, un apagón e incendios devoramundos, nada puede sorprendernos excepto una invasión zombi o la llegada de los alienígenas. Aunque quizás es eso a lo que se refiere con su vuelta a España. Cuesta creer que se refiera a una caída del gobierno, sobre todo porque unas elecciones ahora, sin asegurarse la amnistía, podrían ser su peor pesadilla.
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