Nunca lo hubiera dicho. Que los chinos nos aventajen en jornadas maratorianas de trabajo o en el aprovechamiento inversor antes que en dispendios personales entraba ... dentro de lo previsible. Un país acostumbrado a la disciplina social y a la carencia de libertades políticas casaba bien con la ausencia de exigencias laborales o con un gasto calculado de los ahorros en modo plan quinquenal. Sin embargo, que China nos esté dando lecciones de capitalismo es el colmo de la adaptación a los nuevos tiempos. Quienes más lucharon contra él están ganando a Occidente en lo que más le duele: el bolsillo. No solo han provocado adicción a las superofertas de sus webs y aplicaciones de chollos, sino que también imponen peluches de moda en las redes sociales. Yo pensaba que lo de las capibaras era un capricho de los niños de hoy. No me disgustaba. Desconocía la existencia de esos animales hasta que mi ahijado apareció con una mochila con forma de capibara y empezó a hablarme de ellos. Me cayeron bien; los bichos peludos y tranquilos van bien con mi carácter. La alternativa era el ajolote, simpático pero anfibio y, por tanto, menos achuchable. Ambas son especies foráneas de las que el crío lo sabe todo. Tanto empeño en que no vea webs absurdas o redes sociales, lo ha aficionado a documentales de naturaleza y así me veo yo, entre capibaras y otras especies.
Sin embargo, cuando me enseñó el nuevo peluche de moda, los labubus, perdí el interés en las tendencias de felpa. Es otra forma de captar las compras, a través del deseo infantil, que ha reportado al dueño de la empresa un incremento de beneficios del 369% y un boom en la Bolsa. En definitiva, un monigote chino de inspiración nórdica está barriendo en la industria mundial del juguete gracias a operaciones de marketing insuperables. Todo muy maoísta y tal.
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