Pedro 'El Gafe'
Juanjo Braulio
Sábado, 5 de julio 2025, 23:46
Para los amantes de las teorías conspiratorias, la aromaterapia, el eneagrama, el reiki, el influjo de los astros, la cartomancia las lecturas de los horóscopos ... y la interpretación de los posos del té -estas cosas suelen ir todas juntas-, que Pedro Sánchez, naciera un 29 de febrero de 1972 tendría que haber dado alguna pista. En realidad, no algo tan extraordinario porque, según datos del Instituto Nacional de Estadística, cada 29 de febrero nacen poco más de 780 bebés en España y se estima que, hoy en día, alrededor de 25.000 personas nacieron el mismo día que el presidente del Gobierno.
No obstante, es comprensible pensar que haber venido al mundo en una fecha tan singular concede cierta singularidad mística (aunque de mercadillo) a quien así lo hizo. Soy consciente de que todo esto suena a numerología barata de algoritmo de TikTok o, si me pongo más romántico, a leyenda como el lobisome, el hombre lobo de la tradición gallega cuya maldición viene por ser el séptimo hijo varón consecutivo.
En todo caso, coincidirán conmigo que -con esoterismo natalicio o sin él- lo de Pedro Sánchez es singular. Más allá de las más que razonables dudas sobre los modos y maneras con las que se hizo con la secretaría general del PSOE (un voto fraudulento, uno solo, invalida todo el proceso) y su asombrosa capacidad para decir una cosa y hacer la contraria, sembrar cizaña, manipular y mentir, empiezo a pensar que el presidente del Gobierno, por encima de cualquier otra consideración, es gafe.
Desde que descabalgó a Mariano Rajoy de la Presidencia del Gobierno en 2018, los españoles bajo su mandato nos las hemos visto con una pandemia que segó más de 100.000 vidas, pavorosos temporales como la dana de 2019 en la Vega Baja, 'Gloria' o 'Filomena'; la erupción del volcán de la isla de La Palma (cuyos afectados, por cierto, siguen sin cobrar buena parte de las ayudas del Gobierno), una subida generalizada de los precios de la energía por culpa de la invasión de Ucrania por parte de Rusia; las riadas del 29 de octubre -y su «si necesitan ayuda que la pidan» que tres asociaciones de víctimas no parecen que se lo tengan en cuenta- , el apagón del 29 de abril y las ya frecuentes averías en la red ferroviaria y aeropuertos.
El catálogo de desgracias y calamidades que atrae Pedro Sánchez revienta las leyes de la casualidad, si es que tal cosa existe. Supera casos famosos como Roy Sullivan, un guarda forestal estadounidense que fue alcanzado por rayos siete veces o Walter G. Woolnough, un geólogo que murió en una colisión frontal entre dos vehículos en la carretera de menor tránsito del mundo, que está en el centro de Australia y por la que pasa un coche cada tres días y se cruzan dos una vez al trimestre.
Al contrario que todos estos, que Sánchez sea gafe no tendría que afectar a nadie más que a él mismo. El problema es que nos afecta al resto mientras que él sale indemne de infortunios. En todo caso, yo no pienso preocuparme ya que no soy supersticioso porque da mala suerte ni creo en las teorías conspiratorias por si nos están escuchando.
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