'Lletra de batalla' por González Pons
JUANJO BRAULIO
Sábado, 1 de febrero 2025, 23:45
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JUANJO BRAULIO
Sábado, 1 de febrero 2025, 23:45
El domingo pasado, mi amigo y vecino de dos páginas anteriores a ésta publicó un artículo que ha dado que hablar durante toda la semana. ... En su columna de hace siete días, Esteban González Pons elogiaba la homilía que Mariann Budde, la obispa de la Iglesia Episcopal americana, le soltó a Donald Trump en la que le pidió al hombre más poderoso y, al menos de boquilla, el más cristiano del mundo algo tan poderoso y tan cristiano como que tuviera misericordia por los inmigrantes, los desfavorecidos y los perseguidos por su orientación sexual. Ante ese septuagenario convencido de que es un elegido por Dios para vete a tú a saber qué misión divina, la obispa le recordó que «Dios nos enseña que debemos ser misericordiosos con los extraños porque todos nosotros fuimos alguna vez extraños en esta tierra».
No abundaré más en los argumentos que usaba Esteban en su columna para expresar la lógica preocupación que cualquiera con dos dedos de frente y un mínimo de sensibilidad debe sentir ante la amenaza que supone que alguien como Donald Trump esté en el Despacho Oval, entre otras cosas porque también los comparto, como comparto con él otras muchas cosas como la vocación literaria, jugar al ajedrez o la pasión por la serie 'El ala oeste de la Casa Blanca'. Precisamente por eso, en el baile de vampiros de esta semana, en vez de sonar los decadentes valses que nos gustan a los no muertos, suenan las fanfarrias de una 'Lletra de batalla' por Esteban González Pons.
Les explico: una lletra de batalla era una carta de desafío en la que un caballero retaba a otro a un duelo para vengar una afrenta, solucionar un litigio y, a veces, por puro deporte. Joanot Martorell, además de escribir el 'Tirant lo Blanch' era muy aficionado a estas misivas marrulleras entre cavallers de la Valencia del siglo XV. Se tiene constancia de cuatro de ellas, enviadas a Joan de Montpalau, Jaume Ripoll, Felip Boil y Gonzalo de Híjar por distintas cuestiones, si bien, que se sepa, Martorell no cruzó el acero tras ninguna de ellas.
Tampoco tiene servidor de ustedes la más mínima intención de llegar al campo del honor portando coraza, espada y escudo -y no crean que le faltan ganas de vestir de esa guisa que, estoy seguro, Esteban aplaudiría porque también le gustaría a él- pero sí dejar constancia que lo peor que le puede pasar al centro-derecha de este país es comulgar con los argumentos energúmenos de la extrema derecha global que encabeza el inquilino del 1.600 de la Avenida de Pensilvania. No sería inteligente que se cometieran los mismos errores que ya ha cometido el centro-izquierda español cuando, conforme perdía fuelle político, fue incorporando a su ideario las posiciones más extremas -como las identidades de género y los nacionalismos excluyentes- para dejarse en la cuneta sus valores de igualdad y universalidad, sacrificando, incluso a aliados tradicionales como el feminismo clásico.
Y que no se engañe nadie: la pose de Pedro Sánchez como líder opositor global de Trump es eso. Una pose que no se cree ni él.
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