Las gafas de Sánchez
Mientras el líder del PSOE juega con videoconsola, y no se le da nada mal, Núñez Feijóo sigue con los puzles, y además encuentra problemas para acabarlos
Pedro Sánchez lleva gafas. La comparecencia del presidente del Gobierno el jueves ante la comisión de investigación del Senado por el caso Koldo nos dejó ... como uno de sus principales titulares -dada la proverbial capacidad del dirigente socialista para no contestar a nada de lo que se le pregunta- que Sánchez no ve bien. Vista cansada, quizá, que sería razonable, por otra parte, a sus 53 años de edad. Las redes sociales no han tardado en recoger la novedad que nos ha ofrecido la imagen del presidente. Una prestigiosa cadena de radio, poco sospechosa de ser crítica con el presidente del Gobierno, recogía en una 'información' el testimonio del responsable de la óptica que le vende las gafas a Sánchez desde hace 10 años: «Es humilde y tranquilo, muy buen cliente, se deja aconsejar». No podía ser de otra forma. Los memes con motivos sobre las gafas del presidente también han hecho furor. Los tuiteros más cercanos a Sánchez recogían al dirigente socialista transmutado en Clark Kent, el periodista (con gafas) que se transforma en Superman. Super Sánchez, casi como en su día Zapatero denominó a Super Santos, del que nadie parece acordarse.
Sánchez, es verdad, dio la sensación de utilizar las gafas como recurso, como esa gente -que la hay- que se pone monturas con cristales que en realidad no aumentan nada y que piensan que les da un toque de intelectual. Algunos de los que siguieron la comisión durante las cinco horas anotaron que sólo por eso puede entenderse que en la parte final de su comparecencia, en la que utilizó su intervención para poner el ventilador sobre el PP, leyera perfectamente sin gafas.
Sánchez ha demostrado en repetidas ocasiones ser bastante más hábil orador que Núñez Feijóo, al que sólo se le recuerda, un debate electoral en el que logró sacar de sus casillas al dirigente socialista. Los pasillos del Congreso aún recuerdan el resbalón del presidente de los populares al tratar de utilizar el patinazo de Yolanda Díaz con aquel «gobierno de corrupción para rato». Ni que decir tiene que Sánchez, que lo había visto venir desde el mismo momento que a su vicepresidenta le traicionó el subconsciente, le recibió con algunas de las mejores pifias del dirigente popular.
Pensar que a Sánchez se le iba a poner contra las cuerdas en el Senado resultaba atrevido, y esa suele ser una piedra en la que el PP gusta de tropezar. Casi tanto como ese empeño por dar por inminentes unas elecciones generales ante la debilidad parlamentaria del PSOE o los problemas judiciales del entorno del presidente. El PP imagina cosas que, a estas alturas, ya debería saber que no pasarán salvo que llegue el peor momento posible para... los propios populares. Y no sólo eso. El PP sigue sin entender que esa manera de proceder de Sánchez, la capacidad para aguantar incluso ante las situaciones más agónicas, más críticas -como el teatrillo aquel de los cinco días de reflexión- terminan de convertir a Sánchez en un ídolo para la militancia de su partido. Ser capaz de pactar con Puigdemont, de romper con él, de que sienten a tu hermano en el juzgado, de que lo hagan con tu mujer, de que tu Fiscal General lleve el mismo camino, utilizar a las víctimas de una riada y sentarse a vacilar en una comisión de investigación del Senado está al alcance de muy pocos. Y contra eso no se compite con las reglas de la democracia o con los grandes principios. O se baja al barro y se utilizan sus mismas armas, o no hay nada que hacer. Díaz Ayuso ha entendido ese juego. Mientras Sánchez juega a la videoconsola, y no lo hace nada mal, Núñez Feijoo intenta resolver un puzle. Y encima no le sale.
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