En defensa de Esteban González Pons
JOSÉ MARÍ OLANOABOGADO
Martes, 28 de enero 2025, 23:29
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JOSÉ MARÍ OLANOABOGADO
Martes, 28 de enero 2025, 23:29
Vaya por delante que Esteban González Pons y yo nos tratamos como amigos, y desde que nos conocimos el 9 de octubre de 1999 (recuerdo ... la fecha con exactitud porque fue la primera vez que participé en la procesión cívica que conmemora la entrada en Valencia del rey Jaime) hemos cultivado nuestra amistad. No soy, pues, objetivo cuando escribo sobre él, sino que mis palabras deben entenderse, ante todo, desde el cariño y consideración que nos profesamos.
En su última columna dominical de LAS PROVINCIAS, una más de las varias centenas que ha publicado en este periódico durante la última década, Esteban escribió en términos ásperos, incluso despreciativos, de Donald Trump. Además, formuló un juicio, quizás inoportuno, que ha sido interpretado como una crítica a la Iglesia Católica, en la cual las mujeres, las bautizadas del sexo femenino, no reciben el sacramento del orden sacerdotal en cualquiera de sus tres grados, el diaconado, el presbiterado y el episcopado.
Las palabras escritas por Esteban han suscitado una polémica en la que han intervenido desde personas que en el pasado ocuparon cargos relevantes vinculados al Partido Popular, como Esperanza Aguirre o Jorge Fernández Díaz, hasta rivales políticos de esta formación, como Santiago Abascal.
Estas intervenciones han mostrado, de forma más o menos rotunda, su disconformidad con el fondo de la columna de Esteban e incluso su desagrado porque una persona como él, por los puestos de responsabilidad política que desempeña, la haya escrito.
Vayamos por partes.
Coincido, no en la forma, pero sí en el fondo, con lo que Esteban piensa y escribe de Donald Trump: ni me gustan sus decisiones sobre inmigración, ni las connotaciones atlantoesceptícas (disculpen el neologismo) de su política exterior, ni sus intenciones arancelarias y desregulatorias, ni sus modales y temperamento.
Veo, en su persona y en sus actos, una falta de caridad, de misericordia, si lo prefieren, de compasión, si quieren utilizar esa palabra. Y, para mí, la caridad hacia los demás es virtud cardinal, y la misericordia y la compasión hacia los débiles, los necesitados y los desventurados son virtudes derivadas de la caridad. Y, como virtudes, son precisas, interna y externamente, en todo ser humano pero, especialmente, en los políticos. Matizadas y atemperadas por otras virtudes como la prudencia o la equidad, pero necesarias al fin y al cabo.
Yo no pongo a Donald Trump en un altar, pero tampoco lo demonizo, entre otras cosas porque lo han elegido los estadounidenses, y creo que pocas lecciones sobre democracia, si alguna, podemos darles a los Estados Unidos de América los españoles, que somos casi unos neófitos en la materia.
Tampoco creo que Esteban lo haga, ni condenar a Donald Trump a los infiernos ni subirlo a una peana, pero me parece estupendo que exprese su punto de vista acerca de una persona que está siendo sujeto de una canonización laica por muchos políticos, votantes y simpatizantes del espectro político en el que nos situamos Esteban y yo.
En cambio, no comparto con Esteban que la Iglesia Católica necesite mujeres ordenadas, aunque no me parece que Esteban haya reclamado en su columna que haya sacerdotisas católicas. En realidad, yo no tengo una posición u opinión propia sobre esta cuestión, sino que me limito a hacer mía la enseñanza de la Iglesia, que se funda en el juicio de personas que han pensado y, sobre todo, han rezado, mucho más que yo.
Y el Magisterio de la Iglesia es prístino: «Sólo el varón (vir) bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación. El Señor Jesús eligió a hombres (viri) para formar el colegio de los doce Apóstoles (Mc 3,14-19; Lc 6,12-16), y los Apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores (1 Tm 3,1-13; 2 Tm 1,6; Tt 1,5-9) que les sucederían en su tarea (San Clemente Romano, Epistula ad Corinthios 42,4; 44,3).
El colegio de los obispos, con quienes los presbíteros están unidos en el sacerdocio, hace presente y actualiza hasta el retorno de Cristo el colegio de los Doce. La Iglesia se reconoce vinculada por esta decisión del Señor. Esta es la razón por la que las mujeres no reciben la ordenación (Juan Pablo II, Mulieris Dignitatem, 26-27; Id., Carta ap. Ordinatio sacerdotalis; Congregación para la Doctrina de la Fe decl. Inter insigniores; Id., Respuesta a una duda presentada acerca de la doctrina de la Carta Apost. 'Ordinatio Sacerdotalis)'.
Así se expresa el punto 1577 del Catecismo, enfatizando que es una decisión del Señor. Y esto o uno se lo cree, como lo hago yo, o no se lo cree, como parece hacerlo Esteban, quien está tan bautizado como yo, pero la posición o creencia de Esteban en ningún caso justifica las críticas que he leído y escuchado de que no está respetando la autonomía de la Iglesia (que no la tiene en esta cuestión, ya que es una decisión del Señor) o que está ahuyentando a los votantes católicos del Partido Popular.
A propósito de estas críticas, no me parece inoportuno subrayar que el Partido Popular, en el que milito, no es un partido católico, ni un partido de católicos, ni un partido al que necesaria u obligatoriamente deban votar o respaldar los católicos. Yo lo soy, pero los católicos debemos adoptar nuestras decisiones de trascendencia pública desde nuestra propia conciencia, pensando siempre en el bien común, y cada católico tiene toda la libertad de un hijo de Dios para opinar, expresar o votar lo que quiera.
En definitiva, y que nadie se moleste, Esteban puede escribir lo que le salga de los dedos o decir lo que le salga de los c...uerdas vocales.
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