Tres, treinta y trescientos
JORGE ALACID
Miércoles, 29 de enero 2025, 23:48
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JORGE ALACID
Miércoles, 29 de enero 2025, 23:48
Animado por la lectura en estas páginas de un reportaje donde la compañera Lola Soriano cita la para mí desconocida regla del 3/30/300, ... decido guiar mis pasos hacia ese reciente hallazgo. Se trata de la idea según la cual una ciudad con todas las letras (por ejemplo, Valencia) sólo conquistará un futuro más feliz (y más verde) si cumple con esta norma: abres tu ventana y ves tres árboles (es mi caso: primera prueba superada); las calles de alrededor cuentan con el 30% de cobertura vegetal (más o menos: aprobado por los pelos); y tercer principio: disponer de un parque a 300 metros de casa. Ejem...
Veamos. En el barrio contamos con algo parecido a un jardincillo que sólo un alma generosa llamará parque. Es un breve triángulo, recorrido por una red de caminos que tal vez aspiraban cuando nacieron a forjar una especie de corredor (verde) que tiene la mala suerte de ser frontera con la V-30, fuente garantizada de malos humos, bocinazos y demás muestras de incivismo que nos rodean. No es el paisaje más adecuado para la práctica del paseo, así que tiendo a abandonarme a la melancolía cuando imagino a aquellos pobres diablos que encargaron la cartelería y señaléctica correspondiente para invitar al paseante que llevamos dentro a dejarse seducir por un itinerario muy mejorable: desemboca en una campa de contenedores, vecina de un espacio asilvestrado donde habitan los sintecho. Todo el recorrido es una apoteosis de deposiciones caninas, como suele ser norma en los mejores parques y también como se ve en los peores. En el caso que ilustra estas líneas, el atractivo potencial de esta cosa que me niego a llamar parque se apaga por la amenazadora silueta de una antena gigante que activa tanto el suministro eléctrico como una cierta inquietud en el vecindario. Así que gatillazo. Estará a menos de 300 metros de casa pero tiene de parque lo que yo de torero: la única regla al respecto que sí se cumple es que donde hay un árbol, un perro deja su huella. Y yo la piso.
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