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Diario de un paseante

En el río aquel

Jorge Alacid

Valencia

Miércoles, 14 de mayo 2025, 23:32

Descubrir las bondades de caminar por el jardín del Turia encarna una experiencia transformadora a poco que tengas la sensibilidad homologada por tu particular ITV ... y el resto de sentidos activados, incluido el misterioso sexto. Es un paseo de múltiple impacto. Al ejercicio físico propiamente dicho se añade el deslumbramiento que garantiza la hermosa flora, con su punto asilvestrado tan fetén. Otra aportación interesante nace del espionaje sutil de la fauna circundante, esos congéneres que también van y vienen a bordo del coche de San Fernando o los llamados 'runners' (vulgo, corredores) o los bautizados 'bikers': el ciclista de toda la vida. Es curioso fisgar también a mi especimen favorito: el que se tumba a ver cómo sudan los demás, noble pasatiempo de cuyo club de fans me intitulo presidente. Más triste, por el contrario, es tropezar con el antagonista de tan afortunados compañeros de zancadas: los habitantes del río. Los menesterosos empradonados bajo sus puentes a quienes la alcaldesa prometió días más luminosos en el discurso que ofreció cuando tomó posesión y yo al menos no olvido: los desheredados de la fortuna que han plantado su tienda de campaña en cualquier rincón y también los más organizados que han erigido una especie de miniciudad en el cruce con la pista de Ademuz. Hermanos de quienes piden limosna en San Agustín o la calle Colón, todos esos juguetes rotos expulsados a las tinieblas exteriores desde esa cosa tan rara llamada vida. El destino que aguarda a quien sufra su mismo cruel infortunio, el que despojó de techo a los censados a su pesar en el río aquel por donde caminé la otra tarde, tanto por su cauce como por los puentes que lo cruzan, para cerciorarme de que no hay un único Turia. Qué metáfora: el paseo es distinto según la ruta que elijas. Tan distinta que pienso que nuestra bendita clase política evita mancharse los zapatos. Prefiere recrearse con la imagen cenital de esplendor sobre la hierba: un oasis verde que yo veo cada día más negro.

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