La voz de un pueblo
Hay que escuchar a la ciudadanía, aislarla de toxicidades partidistas y asumir que su indignación implica responsabilidades
El filósofo Byung-Chul Han es el nuevo premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. Su próximo libro se titulará 'Sin respeto'. En ... él pone el foco en algo crucial: la convivencia. «El respeto es el pegamento que mantiene a la sociedad unida. Sin él, vamos hacia el resentimiento y el odio», sostiene. El escritor Eduardo Mendoza también ha recibido el Princesa de Asturias. El de Las Letras. El padre de tantas novelas vitales, en una entrevista en El Mundo, mantenía que la sociedad está sumida en el enfado. «Ha habido ilusión, ha habido desencanto y ahora hay indignación». La mirada de ambos, cada uno desde una perspectiva y atalaya distinta, radiografía la realidad. También la que vivimos en el entorno más próximo. En la propia Comunitat. Esa que, desde el 29 de octubre, ha visto como sus días están secuestrados -como no podía ser de otra manera- por el tremendo colapso que supuso la dana. Una tierra que vive atada al impacto emocional, social y económico que trajo la mayor catástrofe ecológica que hemos vivido. Y que vino acompañada de la reacción tardía de una administración bloqueada -como alertamos en esos días- y de una posterior gestión de la tragedia en la que las instituciones demostraron su incapacidad para estar a la altura.
La respuesta, con las semanas comenzó a encauzarse. En algunos casos, se puede decir que fue eficaz -la recuperación de las infraestructuras y la llegada de las primeras partidas de ayudas-. Incluso se aceleró con los meses. Pero más allá de ello, que es lo mínimo que debemos exigir, queda la constatación de que ha sido insuficiente y, sobre todo, queda el retrogusto de ese barro político que lo ha impregnado todo: esfuerzos perdidos que han estado más centrados en derrotar al contrincante que en la prioridad del momento. Que era y es, la reconstrucción con una visión de 360 grados.
Esa falta de respeto de la que Byung-Chul Han habla ha aflorado en especial entre los partidos políticos, jugando más, a zancadillear la acción de gobierno, que a dar soluciones eficaces, rápidas y colegiadas. En ello siguen. Y yendo al detalle concreto, vemos cómo el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, falló en el minuto uno. Lo sabe. O un año después, lo debería saber. No hizo lo suficiente, es evidente, ese día. Falló él y fallaron los suyos. Falló en el momento en el que las imágenes de Utiel nos impactaron a todos ese mediodía. Cuando la alarma llegó terriblemente tarde. Cuando no se atendió a las asociaciones de víctimas, hasta que la presión le llevó a ello. O, sencillamente, no siendo trasparente desde el principio. Él tendrá su relato. Su defensa. Y será respetable. Y algunas cosas tendrán su lógica. Pero, para la sociedad que representa, falló. Como demuestra la primera entrega del sondeo que LAS PROVINCIAS y ABC ofrecemos hoy. Falló y, cuando ha actuado con impulso, destreza y eficacia, el descrédito ya había ganado todo el terreno. Como falló, por mucho que se quiera parapetar tras el señalamiento a Mazón, el Gobierno central. Y directamente el presidente Pedro Sánchez, que no ha estado ni empatizado con esta tierra. Falló con aquel: «si quieren ayuda que la pidan». Falló cuando se marchó de Paiporta. Falló cuando se negó a estar en los funerales de la Catedral. Y falló cuando decidió hacer de la dana, guerra política.
El papel de quien desempeña la gestión política, en el Gobierno o la oposición, es estar al servicio del ciudadano; no al revés
Y fallaron las infraestructuras, y las predicciones, y la prevención, y la acción de rescate inmediata... Y todo ello hizo que la indignación de la que habla Mendoza aflorara. Esa indignación que volvimos a ver ayer reflejada en las calles de Valencia. Con miles de valencianos que sintieron la necesidad de manifestarse para demostrar que, un año después, las heridas siguen abiertas, que la reconstrucción es incompleta y que la asunción de responsabilidades es algo pendiente. Cada cual las suyas y en la escala que a cada uno le corresponda. Porque, también parece indiscutible, que después de aquel 29 de octubre, nada puede ser igual. Y eso es algo que sólo podemos entender si, de verdad, escuchamos la voz de la calle. Con todos sus matices. Escuchar con todos los sentidos; extrayendo el ruido tóxico y los intentos de manipulación partidistas, y asumiendo lo que hay detrás del grito colectivo. De la opinión pública. Que va más allá de la manifestación de ayer. Escuchar de forma global y actuar en consecuencia.
Debemos hacerlo todos. En todos los ámbitos. En el plano empresarial. También, en la sociedad civil. En el periodismo, donde no debemos nunca dejar de ponernos en la piel de las víctimas. Pero, sobre todo y por motivos obvios, lo deben hacer desde la gestión política. Por toda la carga de responsabilidad que tiene estar gobernando o en la oposición en un momento tan crucial. Una responsabilidad que debería implicar, además, que si no estás a la altura, tienes que renunciar a ella. Porque tú único papel debe ser estar al servicio de la ciudadanía. No al revés. Si les has fallado, busca la salida más digna. La dignidad siempre debe estar por encima de todo. El respeto, que decía Han. El respeto a la voz de la calle.
Es domingo, 26 de octubre. «No podemos elegir las cartas que nos tocan, pero sí cómo las jugamos». Randy Pausch.
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