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Decía Jorge Luis Borges en 'Elogio de la sombra': «El olvido es la única venganza y el único perdón». Casi seis meses después ... del dramático 29 de octubre, sobre el tablero de la política valenciana repta, cual serpiente, la amenaza del olvido e, incluso, la sombra de la venganza. Porque, en esa burbuja en la que se está convirtiendo el ejercicio de lo que los griegos denominaban la 'polis', todo ha ido derivando en unos asfixiantes juegos de poder, de batallas internas y de atrincheramientos personales e ideológicos, que han dejado al desnudo muchos liderazgos. Cuestionándolos o reforzándolos. Sentenciándolos o coronándolos. Seis meses después, los que gobernaban o se postulaban a hacerlo ya no son los mismos, ni su futuro se dibuja igual. Tampoco entre los que estaban en una segunda línea. Porque a algunos, su incompetencia, su irrelevancia o su arrogancia, les han desdibujado políticamente para siempre. Mientras otros, por valentía, ambición o mera solvencia, han sabido colocarse en la senda de un mañana prometedor.
La reflexión que desencadena la frase de Borges, en cualquier caso, esconde, detrás de cada afirmación, uno o varios nombres propios del panorama político actual. Esos que vienen ocupando titulares y portadas de los medios de comunicación de forma reiterada. Siempre, entre grandilocuentes titulares y laberínticos análisis que, a lo Penélope, hacen y deshacen fábulas sobre el futuro de cada uno de ellos. Aunque, sin duda, en el tablero político valenciano el más señalado, y con un destino más incierto, es el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón. Ese que no podía sospechar, cuando se despertó la mañana del fatídico 29-0, que ese día el corazón de los valencianos se iba a llenar de horror, que ese día todo iba a cambiar para la Comunitat que él dirige, y que ese día se iba a quebrar su liderazgo. Tanto es así que ni en su entorno más cercano se apuesta por su continuidad en una próxima legislatura. Incluso son muchos los que dentro de su partido ligan su permanencia en la presidencia a los pasos que de la jueza de Catarroja. Un horizonte delicado y que, sobre todo, le coloca en una debilidad extrema. Una realidad que centrifuga a todo el partido y que mediatiza todos los movimientos internos. Esos que pueden situar a Susana Camarero en la retaguardia con visión de intentar ser cabeza de cartel en unas futuras elecciones; esos que dibujan a Juanfran Pérez Llorca como una posible solución de continuidad durante lo que quede de legislatura si Mazón decide marchar; esos que ponen el foco en Miguel Barrachina, como una figura inquieta en busca de mayores responsabilidades; esos que apuntan a Vicent Mompó saliendo de esa áurea de ingenuidad que muchos le ponían y le colocan como pieza clave en el PP para garantizar el voto más allá del cap i casal; esos movimientos que siempre pasan por las decisiones y pretensiones de la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, a quien la propia gestión municipal se le complica, entre los desaguisados internos de Vox y el lastre que va a suponer tener en la oposición, ni más ni menos, que a la Delegación del Gobierno. Una Pilar Bernabé vestida de lleno, y a dos años vista, de candidata a las municipales.
Porque, precisamente, ese es el otro gran cambio que deja el tablero político medio año después de la trágica dana. Una Pilar Bernabé que se ha apresurado a presentar su candidatura a ser el revulsivo socialista para la ciudad de Valencia. Logrando así reenfocar su perfil más político; intentar salir del foco constante en el que se encuentra por su gestión desde la Delegación de la dana, y desviar cualquier tipo de especulación sobre su rivalidad con su secretaria general, Diana Morant. Una Bernabé que, en sólo seis meses, mantiene su puesto como delegada, asume la secretaria general del PSPV en Valencia, se postula ya para candidata del PSPV a la alcaldía y es la secretaria de Igualdad del Partido Socialista. Quizá demasiado en tan poco tiempo y, además, en tiempos tan convulsos. Demasiados frentes y demasiados riesgos.
Morant, con lo que sueña es con tenerla como tándem en las próximas elecciones. Posiblemente porque, como ha hecho Sánchez, sabe que ella ahora le suma. Y lo que le hace falta a la ministra de Universidades y Ciencia es gente que le aporte. Porque su aportación, por sí sola, está siendo paupérrima. De hecho, su papel durante estos seis meses ha sido de un perfil tan bajo y gris que, a duras penas, se ha percibido que estuviera. Y, cuando ha estado, ha sido desde la más absoluta falta de empatía y desde el dictado de Moncloa. La única baza con la que cuenta una Morant que no conecta es: un Partido Popular en un momento incierto y una Bernabé que, de momento, no tiene más objetivo que Valencia (con los votos que eso le pueda aportar). La duda es lo que ella, la ministra, va a contribuir. Eso sigue siendo un misterio.
Aunque, en realidad, el futuro de quiénes son y serán los portadores del liderazgo en la Comunitat es, en sí, todo un enigma. De hecho, todo son especulaciones. Lo que sí parece claro es que, casi medio año después de la dana, nadie es quien era en 'la polis' valenciana. Eso y que el liderazgo del mañana tendrá nombre de mujer. Menos evidente es quién de ellas será la elegida para abanderar el reto de gestionar el futuro de esta tierra. De entrada, la riada lo ha destruido todo. Hasta el quién es qué de la política de esta tierra.
Es domingo, 20 de abril. Para terminar, una impecable reflexión de Cicerón: «No hemos nacido solamente para nosotros».
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