Sanchismo, mafia y... fascismo
Este fascismo es potenciado a su vez por los socios-chantajistas -ahora cómplices- que le mantienen en el poder
JESÚS BALLESTEROSCATEDRÁTICO EMÉRITO DE FILOSOFÍA DEL DERECHO Y FILOSOFÍA POLÍTICA EN LA UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
Martes, 17 de junio 2025, 23:36
El sanchismo -no confundir con el PSOE, al que ha desnaturalizado como un buen taxidermista- es una auténtica mafia. Lo acredita exhaustivamente el informe de ... la UCO, que acaba de ser publicado.
Tiene una estructura monolítica y totalmente vertical en la que domina totalmente el capo y su familia, así como sus "compañeros de viaje" en el Peugeot 407, en el que inició la reconquista del Partido: Ábalos, Cerdán, Koldo, todos ellos relacionados con la prostitución y, por tanto, con el desprecio a las mujeres. La reconquista se produjo contra la sabia advertencia de Rubalcaba, que anunciaba que ello implicaría la creación de un gobierno Frankenstein -apoyándose en los Partidos que quieren destruir España- y por tanto el riesgo de destrucción de la España constitucional.
El sanchismo carece de ideología. Su capo no cree en nada, ni siquiera en el principio de no contradicción, pudiendo decir una cosa y la contradictoria al mismo tiempo. Como toda mafia, supone lucro para la familia y para los viajeros del Peugeot y también para aquellos españoles, sus clientes, a quienes compra su voto con ministerios innecesarios e incompetentes, asesorías, subvenciones y prebendas, financiadas gracias a los impuestos confiscatorios que pesan sobre los que producen riqueza con su trabajo, especialmente pequeños y medianos empresarios y autónomos, y por ello no votan al sanchismo.
Aunque no tenga ideología, el talante del jefe es enteramente fascista No admite discrepancia alguna y sus huestes le profesan un auténtico culto (uno teme la lipotimia de las y los que le escuchan, dada el arrobo ante sus palabras) y, por supuesto, no le consideran responsable de nada de acuerdo con la consigna de que «El jefe no se equivoca nunca».
Su afán ilimitado de dominación le lleva a una doble obsesión. En primer lugar, la pretensión de controlar a los jueces, algo que ha conseguido en el Tribunal Constitucional, colocando en la presidencia a un magistrado dócil a sus indicaciones, y también en la Fiscalía, colocando a otro títere. Todavía si cabe es más grave es el proyecto de reforma de la Justicia mediante el cual desaparecería la objetividad e independencia para acceder a los distintos órganos de la justicia y, por otro lado, la instrucción en el proceso dejaría de estar en manos de los jueces y pasaría a la Fiscalía, es decir, sujeta a la decisión de Sánchez. Su segunda obsesión es la de silenciar al periodismo libre. En este caso se ha encontrado por fortuna para los españoles con un obstáculo importante en PRISA, hasta ahora su principal órgano de agitación y propaganda desde que destituyó al gran periodista Antonio Caño, ya que el nuevo presidente del grupo, el francés de origen armenio, Joseph Oughoulian, ha decidido acabar con el vasallaje a la Moncloa, sustituyendo a las leales al jefe en El País y en la SER.
Este fascismo es potenciado a su vez por los socios-chantajistas -ahora cómplices- que le mantienen en el poder: que son declaradamente racistas al postular la superioridad de sus ilusorias razas sobre el resto de los españoles y exigir trato discriminatorio en la distribución del presupuesto y de las diversas prebendas.
Prostitución y fascismo y, por tanto, negación del Estado de Derecho, de la independencia del poder judicial, del pluralismo político y de la igualdad entre los españoles. Este es el balance actual de la mafia sanchista.
El talante fascista de Sánchez se ha manifestado de modo diáfano en la farsa que ha montado en su discurso pronunciado al hacerse público el informe de la UCO: ha adaptado un tono lacrimógeno, presentándose como víctima del engaño por sus principales colaboradores. En su situación actual lo único que debería hacer es presentar inmediatamente su dimisión, ya que, o bien conocía toda la trama ahora descubierta y debe dimitir por ello, o no lo sabía -cosa poco probable-, en cuyo caso debería dimitir por manifiesta inutilidad y negligencia en la vigilancia.
La única esperanza de la recuperación del PSOE socialdemócrata radica en que logren imponerse los Lamban, los Gómez, los Madina, los Molina, la Rodríguez, y todos aquellos que continúan siendo fieles al PSOE que hizo posible, especialmente junto a la UCD, el Partido mayoritario, la transición política y la Constitución de 1978. Entre ellos destacan, aparte obviamente de Felipe González y Alfonso Guerra, políticos de la talla de Joaquin Lequina o Nicolás Redondo Terreros -represaliados ¡cómo no! por el sanchismo-, y también ilustres juristas como Virgilio Zapatero -no confundir con el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, con quien empieza la desnaturalización del PSOE- o Juan Alberto Belloch.
En cualquier caso, la continuidad de este régimen singular que es el sanchismo es actualmente responsabilidad de sus socios chantajistas catalanes y vascos, que nunca van a votar en contra, porque cuanto más débil sea, más posibilidades tienen de manipularlo a su gusto. Por lo que es necesario verlos ya como cómplices.
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