En plena pandemia del coronavirus, el filósofo australiano y profesor de sociología de la universidad de Cambridge Roman Krznaric publica 'The Good Ancestor', introduciendo su ... idea de «pensamiento catedral».
El libro denuncia lo que el autor denomina «la era de la tiranía del ahora». Paroxismo marcado por una hipnótica distracción digital y un permanente cortoplacismo frenético en todos los ámbitos, especialmente en el político, lo que impide concebir y planificar proyectos con un horizonte amplio, de al menos varias décadas.
Frente a ello el ensayo reivindica el «pensamiento catedral», inspirándose en ese manto de templos cristianos, privilegio de una civilización y erigidos durante siglos por los arquitectos del románico, gótico, renacimiento, barroco...
Si para Friedrich Nietzche -'Así habló Zaratustra'- el arte no es sino una mentira, el producto de la voluntad heroica del artista de «huir de la verdad», el símbolo como dice Huizinga, solo conserva su valor efectivo mientras dura el carácter sagrado de las cosas que hace sensibles.
Krznaric retoma el concepto circular de la historia, el mito del eterno retorno para enaltecer la generosidad de aquellos primigenios frailes-constructores, que comenzaron unas obras conscientes de que no las verían terminadas en vida y que serían otros maestros y artesanos quienes las irían completando hasta su finalización. Las comunidades religiosas -hinduistas, abrahámicas, budistas...- testimonian el éxito de practicar en su seno el diálogo orientado al futuro, con mayor potencial para poner el enfoque en conseguir sinergias y colaboración entre sus miembros.
El planeta está lleno de imponentes logros de la humanidad, alcanzados cuando sus líderes apuestan por el largo plazo. Baste citar obras maestras de la arquitectura e ingeniería como las Pirámides de Guiza, el Machu Pichu o «monte viejo», la Gran Muralla china, el Duomo de Milán, Notre-Dame de París, Santa María del Fiore...
Su extraordinaria belleza es fuente de inspiración artística y literaria. Así el poeta Rabindranath Tagore describe el Taj Mahal como «una lágrima en la mejilla del tiempo» y el norteamericano Washington Irving con sus célebres Cuentos, populariza el universo exótico, oriental y fantástico de la Alhambra granadina.
Las generaciones actuales deben repetirse la pregunta más relevante de cara al futuro: ¿serán considerados buenos antepasados por sus descendientes? Urge recuperar el espíritu de quienes iniciaron en la Edad Media aquellos monumentos sagrados, conscientes de que pasarían siglos hasta que se colocara la última piedra. La sociedad debe aprender a convertirse en pensadora de catedrales.
En una época de algoritmos y complejos retos globales -pobreza, conflictos bélicos, guerras comerciales...- en la que imperan el cortoplacismo, las urgencias electorales y el desánimo colectivo, es necesario restaurar los principios humanistas y reconstruir las organizaciones para que sean más resilientes y adaptativas.
La conocida locución «pan para hoy y hambre para mañana» define uno de los males endémicos de la democracia española. La diabólica estrategia de supervivencia a cualquier precio por parte de la clase política dirigente, dibuja un lúgubre escenario de desculturización, falso colectivismo y despilfarro.
El país lleva décadas descuidando la formación del talento, la investigación, la igualdad de oportunidades, el problema de la vivienda, la soledad de los mayores... Y en general evitando tomar medidas impopulares o dictar normas que perduren, posponiendo una y otra vez las reformas estructurales y macroeconómicas que garanticen un crecimiento estable y sostenible para las siguientes generaciones.
Es imprescindible reducir y racionalizar la administración. Se ha consolidado una gravosa red clientelar y unos ineficientes servicios públicos, cuyo mantenimiento supone ya el cincuenta por cien del PIB. Plagados de excesos, duplicidades y descontrol, con una bochornosa relación coste-beneficio, son un cáncer que hipoteca el bienestar colectivo.
Por contra una empobrecida población padece una creciente austeridad forzada e indiscriminada. Prueba de ello es que el 46 por ciento de los jóvenes menores de 35 años tienen que continuar viviendo con sus padres, diez puntos más que hace una década, y que el paro juvenil duplica al de la eurozona.
Agrava la situación la falta de transparencia con continuas operaciones de maquillaje, wokismo, engaño y demagogia. Se falsea sin rubor la realidad recurriendo a una contabilidad «creativa» para ocultar que el paro supera los 3,9 millones de personas, casi 1,5 millones más de la cifra que cuenta Moncloa.
Durante el último quinquenio, bajo el mandato de Sánchez, se han perdido más de ochenta mil empresas, se ha superado el récord histórico de deuda y la productividad ha descendido situándose un veinte por cien por debajo de los países industrializados.
España padece una gobernanza fallida, con un errático galimatías autonómico y permanentes deslealtades periféricas, que conllevan tanto una incapacidad manifiesta para abordar problemas como la inmigración, el desempleo, el deterioro de la sanidad, la corrupción,... como un exponencial incremento de la deuda soberana.
Valencia es testigo del estrepitoso fracaso de los gobiernos central, regional y locales para hacer frente a una emergencia como la originada por la dana del 29 octubre. La nefasta gestión antes, durante y después de la catástrofe, acredita el estrepitoso fracaso de las autoridades implicadas tras exhibir un inimaginable nivel de incompetencia.
La trágica gota fría ha llegado en el peor momento a una nación fracturada que camina entre tinieblas. Vapuleados el territorio y las conciencias, ha dejado al descubierto la fragilidad e impotencia de sus instituciones.
Es urgente salir de este impasse destructivo, conscientes de que no se corta una hemorragia de aorta con una tirita. Son necesarios consensos a medio plazo, medidas bien diseñadas y personas capaces de aplicarlas eficazmente.
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