Hermanos y literatura
J. R. Seguí
Martes, 8 de abril 2025, 23:29
Esta semana pasada hemos tenido nombramientos. Una forma sutil de ensanchar la Administración. Lo primero que me ha sorprendido es que hemos reafirmado al IVAM, ... según el Conseller de Cultura, no en un centro de arte moderno, como dice su ley, sino en algo más difuso como centro de arte contemporáneo, como difundió su propio gabinete de comunicación. ¿Estamos pues en periodo de transformación? Buena forma de marear. Ahora todos son discursos dramatizados para justificar gestión: estrechar, ampliar, vertebrar, relanzar, difundir, reenamorar, escuchar activamente; sostenibilidad, versatilidad, renovación, rehabilitación, expansión... Un crucigrama demagógico para llegar a lo de siempre: abrir la puerta de un museo en decadencia y difundir su contenido. Después, ya vendrá lo demás.
Qué casualidad que al mismo tiempo que se ponía de frente una cara nueva otras dos llegaban al Instituto Valenciano de Cultura casi de tapadillo: los directores/as de las áreas de Música y Cine. Qué casualidad, cuántas afinidades familiares o personales entre cargos, o hermanos de políticos en curso con pacto presupuestario. Deseo suerte en sus discursos ya que los pagamos todos, porque esto sí que nadie lo va a perdonar, aunque los de la oposición continúen de vacaciones permanentes y se limiten al adjetivo, los datos erróneos o el discurso banal. ¿Dónde están los que debían estar? El mundo es idílico y la realidad, una fantasía manipulada: literatura.
No basta con que un sector como el teatral salga a base de comunicado a quejarse de su olvido. Eso ha quedado anticuado. Pedir dimisiones sirve de poco salvo para afianzar en el cargo, aunque tengan razón en reivindicar al antiguo IVAECM o Teatres de la Generaliat, CulturArts, o como ahora se llame, creados como centro de producción y difusión, no de mera contratación. Todo eso da igual. No interesa, o no saben de lo que hablamos. Hasta ahora estaban allí dormidos junto al dinosaurio. Callados y sin subvenciones. Eso despierta, pero no influye. Es la consecuencia de vivir de fábulas.
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