Cultura y tradición

Ya digo que fue motivo de aprendizaje. Por un lado porque después de siete meses de espera aún queda muchísimo por hacer, y el agua de la laguna milenaria no se ha recuperado y costará conseguirlo. Su agua aún es de color marrón, con lo que significa, y los 'pelets', las cañas y los despojos continúan flotando y amenazando aves, peces y espacio natural. Pero también aprendí que desde dentro las distancias cambian, como los tamaños o el tiempo. Más cuando se regresa tiempo atrás y sólo existe el ruido del viento y el paso del tiempo. Pero también la camaradería entre las gentes de sus puertos. No es competencia, sino una exhibición de 'germanor'.

Ya lo recordó la presidenta de la asociación de Silla, Encarna Doménech Company, hija de pescador: «si alguien desea más que nadie el control medioambiental somos nosotros», algo, añado, que va más allá de ese proteccionismo exagerado desde las instituciones por elevar hasta el frenesí el control político sobre algo que es nuestro y una tradición declarada Bien de Interés Cultural y en un futuro no muy lejano Patrimonio de la Humanidad.

Por ello me extrañó que siendo la primera ocasión que las velas volvían al agua no asistiera ningún representante institucional, pese a estar convocados. Otra de las muchas contradicciones de nuestra idiosincrasia. Lástima que en lugar de convertir una tradición cultural de gran plasticidad en reclamo turístico y transmisión educativa, todo quede eclipsado por la ceguera política. Así nos va.