RENOVARSE O MORIR
Los partidos políticos deberían imperiosamente poner en las puertas de sus sedes un cartel donde se dijera expresamente «abiertas las puertas al talento», si quieren evitar el aislamiento de la sociedad
ISABEL BONIG
Sábado, 24 de mayo 2025, 23:16
Definitivamente este país no tiene solución. Más bien diría que es la clase política; o mejor aún, una parte de la clase política. Me explico. ... Si ya es difícil que las ideas, argumentos y razones puedan hacerse hueco en nuestra polarizada vida política, si los consensos básicos sobre los que se ha construido nuestra arquitectura constitucional y la Transición han sido o pretenden ser dinamitados, ahora la última polémica que ha saltado al ruedo político es la politización del festival de Eurovisión. He de reconocer que, a pesar de ser amante de la música, nunca he sido fan de este festival musical, al que considero un poco barroco y musicalmente hablando no es de mi estilo; pero jamás pensé que la política haría del sistema de votación «una cuestión de Estado».
Más ruido político; no sé si para intentar recuperar la iniciativa política perdida o para tapar otros hechos graves, como el apagón histórico, todavía sin explicación, el mal funcionamiento de determinados servicios públicos, los presuntos casos de corrupción, etc. Hay que ser hábiles para no caer en las trampas que algunos colocan a fin de desviar el foco de atención de lo realmente preocupante.
La politización en el ámbito de la cultura puede desembocar en lo que Jean Paul Sartre llamó «la militarización de la cultura», donde la obra artística, cualquiera que sea su formato o expresión, no se juzga según su valor creativo y artístico, sino según la afiliación política de su creador.
El mundo ha cambiado. Como expresó Unamuno, «el progreso consiste en renovarse»
Ya se expresó en el Manifiesto Fundacional de este periódico: «España padece plétora de política». Esta circunstancia es conocida. Lo que no tengo tan claro es que seamos conscientes de los devastadores efectos que conlleva la politización de todos los ámbitos de la vida. No se trata de dejar la política exclusivamente en manos de los políticos, sino todo lo contrario, de exigir a nuestros representantes que eleven la calidad del debate político, del análisis político y la crítica política, porque la situación actual conduce a la confusión y al hastío de una ciudadanía cansada de tantos reproches y pocas soluciones. Pero también los ciudadanos tenemos la obligación moral de exigir la mejora en la calidad del debate público, porque la democracia exige una vigilancia continua, así como un activismo militante por parte de todos para mantener y defender las conquistas alcanzadas.
Como tantas veces expresó el Papa Francisco, «estamos ante un cambio de época», que va a requerir de fuertes convicciones y probadas cualidades y habilidades de todos, pero especialmente de nuestros dirigentes políticos.
Para evitar la desconexión entre política y ciudanía, los partidos políticos deberían reforzar varios elementos esenciales para generar confianza en los ciudadanos: a) credibilidad; b) buena gestión e innovación; y c) convicción, valor y coraje.
Credibilidad, que sobre todo hace referencia a la coherencia con las políticas que prometieron defender y con las que se presentaron a las elecciones; sin olvidar que la única lealtad de los representantes elegidos es con las promesas que formularon y con las preocupaciones y necesidades de los ciudadanos.
Y unida a la credibilidad está la coherencia, para aplicarse a uno mismo las medidas que exige a otros. Por eso sorprende que, hoy en día, algunos reclamen para sí el respeto a ciertos derechos que antaño negaron a sus adversarios políticos. Mal ejemplo para una sociedad ávida de ejemplos positivos a los que imitar.
Gestión e innovación. La política sirve a las personas y es útil en la medida que soluciona y responde a las demandas de la sociedad. La buena gestión requiere tiempo, esfuerzo, dedicación, práctica, destreza, experiencia, solvencia técnica y formación. Todo esto conduce inexorablemente a afirmar que hay que atraer a los mejores para la gestión de la 'res publica'.
No se pueden seguir abordando los problemas actuales con recetas del pasado. El mundo ha cambiado. Como expresó Unamuno, «el progreso consiste en renovarse». De esta afirmación filosófica se ha derivado el popular refrán español de «renovarse o morir». Así de directas son las cosas en este mundo digital e hiperconectado en el que nos ha tocado vivir.
Convicción, coraje y valores. Las reformas necesarias y urgentes que hay que acometer van a requerir de mucho convicción y coraje para desmontar toda una maraña de intereses que se han ido creando con el paso del tiempo y colonizando las instituciones, para desmontar la política clientelar creada en aras a defender y preservar los interese propios antes que el interés general.
No sé de ninguna batalla, cualquiera que sea su naturaleza, que se haya ganado sin gestión, tesón, trabajo, sin convicción y sin valor.
Por eso me resulta difícil comprender por qué se intenta disociar la gestión de los principios y valores que alimentan y sustentan el corpus, cuando es bien sabido que la gestión, por sí sola, es incapaz de llevar a cabo transformaciones sociales profundas; todo lo contrario, se corre el peligro, como dijo Ignatieff, de «perder el alma de tanto gestionar». Y los principios y valores sin gestión visible están abocados a caer en la melancolía de lo que pudo ser y no fue.
Por eso, cualquier proyecto, y especialmente en el ámbito político, debe aunar gestión, principios y valores que sustenten y fundamenten el discurso; pues de lo contrario, se corre el riesgo de no defender nada. Los partidos políticos deberían imperiosamente poner en las puertas de sus sedes un cartel donde se dijera expresamente «abiertas las puertas al talento», si quieren evitar el aislamiento de la sociedad.
Los partidos políticos, además de ser cajas de resonancia y escuchar su propia voz y la de la militancia, deberían hacer el esfuerzo de mirarse a través de los ojos de los ciudadanos; pues siempre gana el que se coloca en su mundo, y logra entender y captar la atención ciudadana.
Se avecinan tiempos complicados que van a requerir dirigentes con una fuerte vocación política que, más allá de la visión tecnocrática de esta, va a exigir «perder el miedo y sacudirse la pereza», como dice mi querido amigo Alejandro Fernández, presidente del PP de Cataluña. Y yo añado que hay que hacerlo sin complejos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.