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Me sorprende el oxímoron de su partido que rodea a Carlos Mazón durante estos casi cuatro meses en los que ha sido atacado por tierra, ... mar y aire. Ese silencio atronador respecto a su defensa con el que le distinguen desde la dirección nacional del PP y desde la cúpula del PPCV, resulta llamativo, sobre todo si lo comparas con el cierre de filas y las defensas numantinas protagonizadas en casos similares o peores por los cargos socialistas, que deben resultar envidiables para quienes se ven y se han visto (el cainismo siempre ha caracterizado a los populares) en circunstancias comprometidas como ahora el presidente de la Generalitat.
A los hechos me remito. El secretario general del PP valenciano, Juanfran Pérez Llorca, el vicepresidente de Les Corts, Alfredo Castelló, los alcaldes de Alicante, Valencia y Castellón, el eurodiputado Esteban González Pons y otros muchos cargos relevantes han optado por el mutismo, en mi opinión asombroso, para otros vergonzante, ante el acoso de las filas enemigas.
Tan sólo el presidente de la Diputación de Valencia, Vicente Mompó, y la vicepresidenta Susana Camarero, han dado la cara, al menos públicamente, en su favor. Porque las escasas intervenciones de Feijóo podría habérselas ahorrado. «Si yo fuera Mazón, hubiera pedido la Emergencia 3...» o «Mazón estuvo noqueado...» no se asemejan en nada a las intervenciones auxiliadoras que en estos momentos requiere el inquilino del Palau. Más bien responden al refrán «con estos amigos para qué quiero enemigos», o a las palabras de Rodolfo Martín Villa, «cuerpo a tierra, que vienen los nuestros».
No sé, pero la lógica me indica que el valenciano Esteban González Pons podría haber hecho algo más desde su condición de preboste del Parlamento Europeo. Además de cerrar filas con Mazón, invitar a la socia de Pedro Sánchez, Ursula von der Leyen, o al comisario europeo de turno para comprobar 'in situ' la catástrofe. A ello puedo unir la pasividad de las otras eurodiputadas socialistas, Leire Pajín y Sandra Gómez, como valencianas que son.
No envidio a Mazón cuando le imagino, en otras ocasiones tampoco, experimentando una especie de anoxia al contemplar el patio de butacas vacío sin siquiera una claque que, no que le vitoree, simplemente le aplauda. Mucho menos un almuédano convocando en su ayuda. Nada que ver con las manifestaciones indecentes de Sánchez y sus mariachis aclamando a los condenados Chaves y Griñán o al imputado Fiscal General del Estado, García Ortiz.
Lo peor es que va para largo, lo que me recuerda a la declaración del entonces presidente de Vietnam del Sur, Van Tiheu, a Oriana Fallaci «una guerra es tanto menos cruenta cuanto más breve resulta». Así es la vida.
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