Personas admirables
Mi amiga Nuria se apunta a estudiar Prehistoria tras educar a sus hijos por ampliar conocimiento
Hay personas que, a pesar de la que está cayendo, me producen admiración. Porque no todo en España es la amoralidad de Pedro Sánchez, la ... corrupción de Ábalos, Cerdán, Koldo y sabe Dios cuántos más, ni la degradación generalizada de la política. No. También hay quien se entrega al afán de superación, con la vida ya resuelta, sin necesidad material alguna, simplemente por el deseo de ampliar conocimientos, de enriquecer incluso su gnosis.
Harto de las vergüenzas que nos brindan nuestros gobernantes, hoy quiero referirme a mi buena amiga, Nuria. Una historia que merece contarse. Por admiración y para que cunda el ejemplo. Tras criar a sus hijos, con un buen empleo y sin necesidades urgentes, no ha tenido otra ocurrencia que sorprenderme inscribiéndose, para empezar otra carrera, en dos asignaturas de Geografía e Historia: nada menos que Prehistoria I y II. Ya se sabe, eso de la Edad de Piedra, de los metales, Pleistoceno, Plioceno, Paleolítico, Neolítico y demás.
Tras compartir durante años el cuidado de su familia y simultanear con el esfuerzo constante su trabajo, ya en su juventud avanzada, ha dado el paso a la Universidad para agrandar su currículum. Su paso adelante, lejos de ser una mera curiosidad o un pasatiempo tardío, representa una profunda muestra de amor por el conocimiento, de disciplina y de superación. Una personalidad inquieta, curiosa y tenaz. ¡Cómo no voy a maravillarme!
Cuando esa sed de saber se dirige a campos como la Prehistoria, la admiración se vuelve aún mayor. Es elegir una disciplina que requiere reflexión, análisis profundo y una mirada amplia sobre la condición humana. Comprender el origen de las sociedades, los primeros pasos del ser humano sobre la Tierra, es tratar de responder a preguntas esenciales sobre quiénes somos y de dónde venimos.
Este afán por el conocer contrasta dolorosamente con la incultura que reina en la política española. Mientras algunos ciudadanos buscan educarse para entender mejor el mundo, muchos representantes públicos se enredan en debates vacíos, carentes de profundidad intelectual y sensibilidad histórica. La política, que debería estar al servicio de la educación, la cultura y el progreso, parece arrastrarse entre la desinformación, la demagogia y la crispación.
Frente a esto, las personas que, con madurez y esfuerzo, se sumergen en el estudio son un ejemplo silencioso pero poderoso. Nos recuerdan que el saber no tiene edad, y que la verdadera evolución humana está en el deseo constante de aprender.
Conocí a otra persona que hace años hizo lo mismo. Maite, la mujer y soporte de mi admirado y amigo Alfredo Landa, se licenció en una rama de letras, llegó a ser profesora universitaria tras criar y educar a sus tres hijos.
Enhorabuena, Nureiev. Así es la vida.
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