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Hay días que amanecen estragados, como refleja con belleza literaria García Márquez en 'El coronel no tiene quien le escriba'. Así debió amanecer el día ... que Carlos Mazón expresó su intención de facilitar la exigencia de Jorge Rodríguez, coordinador general de Unió Municipalista, para rebajar del cinco al tres por ciento para obtener representación en las Cortes Valencianas, y además refiriéndolo a la circunscripción provincial y no a la de la Comunidad. La razón: la amenaza de romper el Gobierno de la Diputación de Valencia, donde comparte mando con el PP el partido que él fundó, Ens Uneix, tal como publicó LAS PROVINCIAS.
Carlos Mazón, a juzgar por este acelerón en su actividad política sobre asuntos de notabilidad, da la impresión de estar empeñado, y hace bien, en compensar y contrarrestar el perjuicio producido a su imagen por las lagunas personales en el trágico 29-O. Lo digo porque en poco tiempo ha mostrado un carácter especial para acordar con Vox aprobar los Presupuestos de la Generalitat y, ahora, el referido con el partido de Rodríguez, un tema que podría cambiar radicalmente el escenario político de nuestra Comunidad.
Cuesta creer, desde luego yo no lo creo, que el Molt Honorable tenga en su mente la «Tierra quemada» a la que se refería mi amigo y admirado Pablo Salazar en su Belvedere, «cuando un ejército en retirada arrasaba con todo lo que pudiera ser útil a su enemigo». En este caso, el enemigo sería su propio partido, el PP. También el PSPV. «¿Tanto vale la Diputación como para poner en riesgo el futuro de la Generalitat?», se preguntaba. De ahí que pueda tener razón mi amigo Rogelio al afirmar que la cosa no llegará a ramos de bendecir, que no se aprobará la reforma.
No imagino un panorama donde el Partido Independiente de Villarreal, Castellón Existe, Agrupación de Torrente, Unión Progresista de Elche, Asociación Social Torrevieja-Orihuela, Organización Ciudadana de Paterna, Defensores de Alicante y unos cuantos más con opciones del tres por ciento de los votos provinciales pudieran decidir, cada uno por su parte, la elección del presidente de la Generalitat, también su derrocamiento «por incumplimiento de compromisos». Todos ellos podrían tener a su alcance, con las alianzas correspondientes sí preciso fuera, los 40.000, 20.000 u 8.500 necesarios en Valencia, Alicante y Castellón, respectivamente. Como desenlace, una especie de distopía. ¿No tenemos suficiente con Puigdemont?.
Si ya el Parlamento autonómico sirve en demasiadas ocasiones de escenario para representaciones poco edificantes, habría muchas posibilidades de convertirlo en insoportable jaula de grillos. Además, eso del tres por ciento me trae mal fario con el recuerdo del «tres per cent» de Pasqual Maragall a Artur Mas. Una locura. Así es la vida.
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