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Me gustaría conocer el contenido de la conversación larga y, por tanto, amable entre los expresidentes de la Generalitat, Paco Camps, y del Gobierno, Mariano ... Rajoy. Dos presidentes a los que une la expulsión del poder aun habiendo ganado las elecciones. Uno por la apertura de un juicio oral de cuya causa resultó absuelto. El otro, mediante una moción de censura con el pretexto de un párrafo tramposo que un cómplice de Pedro Sánchez había logrado incluir en una sentencia.
¿Por qué no me defendiste cuando fui vilmente atacado por el PSPV, Compromís y Podemos como lo hacen ellos con los suyos? ¿Por qué no confiaste en mi inocencia? ¿Crees que acierto en mi pretensión de volver a la política activa? ¿Piensas, como yo, que el PPCV necesita un estímulo dadas las circunstancias de Carlos Mazón y de la propia organización? ¿Cuál es su futuro? Estas preguntas no estarán muy lejos de las que Camps pondría sobre el tapete en tan sustancial cumbre. Desconozco las respuestas de Rajoy, con la duda de si se comportaría con sinceridad, o mantendría la tradicional actitud gallega. «Entiéndelo Paco. No me quedaba otra en aquel tiempo de especial acoso por parte de la izquierda y de los medios de comunicación». Una respuesta demasiado abstrusa para convencer al expresidente valenciano y, desde luego, reafirmando aquel apotegma en 'La Rebelión de los buenos' de Roberto Santiago: «Mucha gente huye de la desgracia ajena, como si el dolor fuera contagioso».
Más gallego se mostraría a la hora de opinar sobre su actitud tan lejos de la perlesía respecto a la intención de liderar al PP valenciano: «Yo creo Paco que tu tiempo, como el mío, ha pasado, aunque puede tener sentido si acopias un grupo de personas suficientemente amplio, convencidas de que el partido está en debilidad y necesita un impulso inconcuso. En tal caso, todo debe hacerse mediante el diálogo, sin provocar enfrentamientos internos ni causar más daño».
Una de mis conclusiones de tan inesperado cónclave, independientemente del canto a sus respectivas excelencias en la gobernación de España y la Comunidad Valenciana, deriva en el perdón entrambos, siguiendo la directriz de la que dicen fue la última homilía leída en el retiro por el Papa Francisco: «El perdón es vital para nuestra salud emocional y la supervivencia espiritual... El perdón es la asepsia del alma, la limpieza de la mente y la ahorría del corazón. Quien no perdona no tiene paz en el alma ni comunión con Dios... El que no perdona se enferma física, emocional y espiritualmente».
Camps tiene claro aquello de «la ilusión no se come pero alimenta» que García Márquez atribuía al coronel que no tenía quien le escribiera. Así es la vida.
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