Emociones cotidianas
Pese a Koldo, Ábalos, Leire... abundan las buenas personas
La vida nos muestra en ocasiones, quiero pensar que en muchas más que en menos, la sensibilidad y bonhomía de las personas. Ello me anima ... a pensar en que finalmente el bien triunfará sobre el mal. Por más que los Ábalos, Koldos, Leire la fontanera, Majes y demás ralea se empeñen en imponer sus métodos manifiestamente mejorables, hay hombres y mujeres dispuestos a ayudarnos y facilitarnos la existencia aunque sea en pequeños detalles como el que alguien me conmovió hace tan sólo 48 horas.
No tiene mayor transcendencia, pero me invadió, más allá del sentimiento de gratitud, alegría y emoción. Fue el jueves, anteayer, cuando me acercaba a la estación de Metro de Rocafort -me he hecho usuario cotidianos de este rápido transporte- y el convoy ya se encontraba en el andén, me vi obligado a trotar -lo de correr ya pasó hace unos años- con la duda, con tintes internos de desconfianza, de que no llegaría y el tren partiría sin mí. Pues llegué. Porque el conductor, o conductora, que ahora hay muchas féminas al frente de los mandos, me esperó y me facilitó la asistencia puntual al almuerzo con mi colega y amigo Salva Enguix.
Sí. Sé que sucede a menudo, aunque he presenciado conductas diferentes, alguna de ellas plasmada en esta columna, pero quiero resaltarlo por auparnos a nosotros mismos y eludir un nuevo Gallinero sobre los políticos, que hoy conforman una especie de hatajo, cada día más extenso, del que quiero distanciarme. En un escenario como el actual, no son los más estimados por los españoles y en los que no podemos espejarnos.
La condición humana encierra una complejidad asombrosa, capaz de manifestar tanto una bondad profunda como una oscuridad inquietante. Tenemos una sensibilidad única para empatizar, crear, cuidar, construir... y una capacidad infinita para hacer el bien. Actos de generosidad, compasión y sacrificio revelan lo mejor de nuestra naturaleza.
Esa misma conciencia que nos guía a la virtud, alberga también la posibilidad del daño. El odio, la violencia y la indiferencia surgen del mismo origen: una mente libre, compleja y emocionalmente rica. Esa dualidad es un reflejo de nuestra libertad. Al reconocerla, se hace más valiosa cada elección por el bien, cada gesto de humanidad.
A modo de conclusión, unas líneas con mi sincero agradecimiento al conductor, o conductora, del Metro que salió de Rocafort a las 9,09 del pasado jueves. Me infundió un optimismo especial pensar que hay gente que no se guía por lo que dice un personaje de 'Nadie en esta tierra' de Victor del Árbol: «Nunca hagas un favor a menos que sea una inversión ventajosa». Así es la vida.
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