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El tercermundista apagón, la inoportuna opa y el retraso vergonzoso de los AVE Madrid-Andalucía han tapado el escándalo de la suspensión del acuerdo con ... Israel para el suministro de quince millones de balas. Y me pregunto, ¿cómo terminará la historia? Mucho me temo que, dada la serie de mentiras que caracterizan la vida política de Pedro Sánchez, la munición vendrá a España. El paripé en torno al asunto podría ser una nueva de las trolas a las que tanto recurre. De ahí que haya recibido desde el minuto uno con escepticismo aquel enfrentamiento con sus socios, un escepticismo compartido por buena parte de ciudadanos y analistas. ¿Se trata de una cancelación firme o estamos, una vez más, ante una maniobra calculada para contentar a sus socios parlamentarios mientras se mantiene el rumbo real bajo cuerda? Lo que importa son los votos, mantenerse en la Moncloa.
La mendacidad, lo que sus mariachis denominan cambios de opinión, que tantas veces le ha servido de égida, constituye una habitualidad en su conducta, repleta de promesas rotas y giros estratégicos: desde el pacto con partidos a los que juró oponerse «se lo diré cien veces» hasta la amnistía. En este contexto, la para mí supuesta anulación del contrato con Israel la recibí con recelo. No me extrañaría que se trate de un anuncio para la galería y la operación culmine cuando la presión mediática y política baje. Mi desconfianza se refuerza por los efectos negativos para España. Más allá del espectáculo, la cuestión tiene implicaciones profundas. Primero, por la seguridad jurídica. España no puede permitirse enviar señales de inestabilidad a sus socios internacionales. Romper contratos ya firmados -sin justificaciones ni fundamentos técnicos sólidos- deteriora nuestra credibilidad y puede desincentivar futuras colaboraciones. Si el mensaje es que el Estado español se pliega a las presiones coyunturales internas, ¿qué confianza pueden tener otras naciones o empresas en nuestros compromisos? En segundo lugar: el problema técnico. Al parecer las balas estaban destinadas a pistolas de fabricación israelí, en uso por la Guardia Civil. Cambiar de proveedor puede suponer costes adicionales, ajustes técnicos o incluso comprometer la seguridad de nuestras fuerzas. ¿Pueden otras municiones sustituirlas sin comprometer la eficacia? Dudo que el Gobierno esté dispuesto a asumir, aparte de las sanciones económicas, estos riesgos por una decisión improvisada. El tiempo demostrará si se trata de una cancelación definitiva.
La estrategia es muy clara: un escándalo tapa otro escándalo y la gente terminamos inmunizados, anestesiados y rendidos para aceptar cualquier ocurrencia gubernamental. Así es la vida.
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