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Calamidad histórica

En España cada vez menos cosas funcionan

Sábado, 10 de mayo 2025, 00:02

Tendencia evidente. Esto va de mal en peor. El desastre nacional suma y sigue. Tras quedarse España a oscuras. Hace apenas unos días. Ahora, follón ... con los trenes. Parados de sopetón. Miles de viajeros sorprendidos. Desconcertados. Atónitos. Retenidos en el interior de los vagones. Abandonados a su suerte. En medio de la nada. Sin luz, agua ni comida. Huérfanos de toda asistencia. Un caos monumental. Tercermundista. Absoluto. Encima el ministro Óscar Puente echándole morro al asunto. Esta vez, puesto en plan conspiranoico. Denunciando un sabotaje múltiple. Que la Guardia Civil desmintió de inmediato. En definitiva, el Gobierno, como siempre. Tratando de sacudirse las pulgas. Afirmando que no tiene culpa del lío. Cuando lo cierto es que el desmadre ferroviario se ha convertido en un irritante suceso habitual. Desde hace meses. Y es que en España cada vez menos cosas funcionan. En todos los órdenes. Sánchez es una calamidad histórica. Se lo dijo Abascal el miércoles. Sin rodeos. A la cara. En el Congreso de los Diputados. Escenario de otra sesión repleta de monsergas absurdas. Siete horas dedicadas a la comparecencia de Sánchez. Inútil. Tediosa. Con el autócrata jugando a marear la perdiz. Incapaz de dar una sola explicación clara. Convincente. Ni pedir disculpas a los españoles. Ni precisar qué medidas va a adoptar para que no vuelva a suceder lo ocurrido. Solo patrañas. Provocación. Chismes. Demagogia. Insultos a la oposición. Amenazas. Mentiras. Con un tono bronco. Chulesco. Agrio. Mostrando una desfachatez inmensa. Cínica. Insultante. Patológica. Por eso a este individuo no cabe ofrecerle tregua alguna. Un recado expreso que el líder de Vox también le dio a Feijóo desde la tribuna. Porque España está harta de aguantar que Sánchez le cuente milongas. Propaganda. Que todo va como un cohete. A las mil maravillas. Mientras la verdadera realidad es muy distinta. Dura. Difícil. Angustiosa. La que viven las familias. Los jóvenes. Los pensionistas. Los autónomos. Las pequeñas y medianas empresas. La que se palpa en los barrios obreros. Por el paro. La delincuencia. La pobreza. El coste disparado de la vida. Así pues toca exigir que el PP arrime el hombro. Frente a Sánchez. Como Vox. Con hechos. Más allá de las palabras. Es preciso poner fin a la ruina que Sánchez representa. Recuperar la democracia. La libertad. La convivencia. El respeto a la Ley. Un futuro próspero y estable. Acabar cuanto antes con la anomalía que supone ver como el prófugo Puigdemont es quien marca la pauta. En contra del interés general. Por eso con Sánchez solo vale plantar cara. Sin miedo. A fondo. Hoy más que nunca. Por España.

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