«Moro de mierda»
La escuela del Juventud Chiva supera los doscientos futbolistas. Tienen chicos de varias edades -hasta los 19 años- y, como la mayoría de los clubes ... de la Comunitat, trabaja por la integración, el respeto y los valores a través del fútbol. El pasado domingo, el cadete A de la escuela se jugaba el ascenso en Aldaia. La deportividad entre los chavales de ambos equipos fue exquisita y no es un delito decir que la labor del árbitro fue muy mejorable. Hasta aquí todo forma parte del fútbol. En el minuto 77, el entrenador del Juventud Chiva, con excelente criterio, decidió retirar a su equipo del campo después de que desde una de las gradas se profirieran insultos racistas -«moro de mierda»- a uno de sus futbolistas. Unos desprecios que no fueron recogidos en el acta por el árbitro porque no los oyó o no quiso escucharlos, de la misma manera que fue incapaz de registrar una agresión de un espectador a otro jugador del Chiva, que recibió un puñetazo en el pómulo y que le provocó una lesión evidente. Afortunadamente, la Policía Nacional sí que cumplió con su deber de levantar un parte, identificar al espectador -que reconoció los hechos- y comunicar que era recomendable presentar una denuncia ante la Guardia Civil por la agresión. Los padres del jugador golpeado así lo hicieron. El trencilla obvió todo esto, desde los insultos racistas hasta el puñetazo. Además, añadió una serie de argumentos que en ningún caso se correspondieron con la realidad, como la invasión por parte de la afición visitante del terreno de juego cuando hay vídeos que demuestran que fue la hinchada local la que lo hizo para celebrar como corresponde el triunfo. Del resto, nada que objetar y se acatan las sanciones. Ante todos estos hechos, la Federación de Fútbol de la Comunitat Valenciana ha tomado la siguiente decisión: cerrar el campo -aunque actuaba de visitante- del Chiva, cuyos jugadores fueron insultados y agredidos y darle el partido por perdido 3-0 (ya perdían 2-1). No es la primera vez que un equipo es sancionado por poner por delante el respeto y la dignidad. El Inter San José ya fue castigado con un partido perdido y una multa de 300 euros después que en un jugador del Levante se dirigiera al rival en estos términos: «A mí no me toques, mono». El agresor reconoció los hechos, mostró su arrepentimiento y la Federación decidió sancionar al equipo agredido por irse del campo sin que el árbitro, que no se había enterado del asunto, pitara el final del partido. La Federación ha premiado los insultos racistas, como se puede documentar en estos dos casos, y no ha tomado medidas contra los verdaderos agresores. El acta arbitral es «prueba de veracidad» para el comité, lo que no significa que los insultos y las agresiones, como sí recogió la Policía Nacional, no se produjeran porque hay decenas de testigos que así lo vieron. Nunca se acabará con el racismo si los que tienen que actuar contra él se ponen de perfil.
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