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Cuenta conmigo

HÉCTOR ESTEBAN

Jueves, 23 de octubre 2025, 23:46

De adolescente tiré una piedra al aire y le abrí la cabeza a mi amigo Chache. El pobre se agachó a tiempo detrás de un ... tubo de hormigón, pero el pedrusco hizo una 'folha seca' y le pegó en toda la cocorota. Al levantarse, con una brecha importante y sangrante, empezó a correr detrás de mí con un rulo todavía más grande con la intención de abrirme la crisma, como no podía ser de otra manera. En mi huida y en su persecución algo pasó porque cuando estaba a punto de darme alcance me giré vencido y él, con el brazo en alto y el pedrolo en la mano, paró, lo bajó y lo tiró. El campo militar de Bétera, antes de que estuviera alambrado, era el frente de nuestra propia batalla, un lugar en el que nos sentíamos inmortales desde que hicimos corro con Carlitos mientras este golpeaba el suelo con una granada que se había encontrado por allí tirada. Nunca pensamos que volaríamos por los aires. Chache era mi vecino del chalé, un par de meses más pequeño que yo, y un compadre que me acompañó hasta los veinte años, cuando por circunstancias de la vida mis abuelos vendieron nuestro lugar de veraneo. Él era más grande, alto y fuerte que yo, por lo que se puede decir que siempre anduve bajo su ala. Él estaba conmigo también la noche de invierno que decidimos pegarle fuego a una silla de enea sobre el tejado del trastero de otro chalé, a la que accedimos saltando la valla. Un fuego con sus chispas bajo la copa de un pino. Un rato que terminó en el momento en el que mi tía salió chillando de mi chalé para abortar aquella gamberrada de críos. Al saltar del tejado, me quedé colgando con la boca de un tendedero y me rompí los morros como Dios manda. Un poco más mayores, y aprovechando que los padres de Chache se fueron de vacaciones a Benalmádena, cogimos una sierra y liberamos una Vespino Gran Lujo roja de sus cadenas para darnos voltios sin casco por la urbanización con nocturnidad y alevosía. El marido de su prima nos pilló y nos anunció que a la vuelta de los patriarcas se chivaría, algo que nos importó entre medio y un rábano. Éramos libres como El Torete y el Vaquilla, alegres bandoleros. Durante casi veinte años, los fines de semana, el verano y las fiestas de guardar eran nuestras fechas en el calendario. Pasamos juntos por todas las etapas necesarias. Al irme de Los Pinares, se abrió una distancia obligada en una época sin móviles, sin la certeza de hablar ni de volver a encontrarnos. Nos vimos esporádicamente durante los siguientes años y una noche, casi veinte años después, sin pretenderlo, acabé durmiendo en su chalé, en la misma habitación en la que yo caía rendido de niño mientras mi abuela jugaba al julepe. Yo era un niño guapo y con mucho pelo. Al despertar, un extraño calvo deambulaba por esa casa. «Mamá, ¿sabes quién es?» Y Amparín, como no, me llamó por mi nombre: «Héctor». Fuimos River Phoenix y Corey Feldman en 'Cuenta conmigo'. Somos afortunados los que hemos tenido un Chache en nuestra vida.

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