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En la tarde del 8 de febrero de 1878, el Cimboriet de la catedral dio el aviso a todos los campaneros de la ciudad: el ... Papa, Pio IX, había muerto en Roma. El periódico del día 9 dio la novedad: la de la muerte del último soberano de los Estados Pontificios, ocurrida el día 7, y la de ese protocolo ancestral de nuestro gremio de Campaneros que introduce los toques de Entrada y Clamoreig.El teléfono era un invento prometedor, pero aún no funcionaba con objetivo comercial. Para surtirse de las últimas novedades, los periódicos usaban el telégrafo en muy caros servicios individuales o compartidos mediante agencia, junto con cartas convencionales. También se tomaban noticias, citando su procedencia, de periódicos de Madrid, Barcelona y otras ciudades que llegaban por ferrocarril. Ese es el combinado de fuentes que el periódico tuvo que usar en un momento clave de la Iglesia: cuando la muerte de Pio IX dio entrada en la historia a León XIII, un Papa que ha regresado a la actualidad súbitamente. Un combinado que hace difícil entender hoy el conjunto, en tanto que la crónica detallada de la muerte de Pio IX la dimos el 10 de febrero junto con una 'Carta al Director' de nuestro corresponsal en Roma, del 2 de febrero, que informaba con alegría de que la salud del Papa había mejorado mucho y que, con permiso de los médicos, había recibido en audiencia a docenas de niños que acababan de hacer la primera comunión.Italia estaba entonces en plena euforia por su merecida unificación. El Vaticano había perdido su poder territorial y se llegó a dudar de si el cónclave habría de hacerse en otro lugar; pero el rey Víctor Manuel II garantizó la seguridad absoluta y la reunión de los cardenales se hizo sin más complicaciones que la de renovar el material usado para construir las celdas de los cardenales y sus ayudantes, encerrados en la Sixtina: quinientos obreros trabajaron una semana para construir el complejo con tablones nuevos.El cardenal Pecci era el camarlengo y administró los Sacramentos al Papa fallecido. Desde el principio fue evidente que era favorito en los pronósticos sobre la elección, que en la prensa de 1878 fueron tan abundantes como en la de 2025. No hubo más tensión que la derivada de las familias pobres que vivían de la limosna del pontífice fallecido; el cardenal Pecci -León XIII aún en funciones de camarlengo- se apresuró a decir que no se interrumpía ninguna ayuda, aunque se advertía que todo quedaría supeditado a la voluntad del pontífice que fuera elegido.La ceremonia de la quema de papeletas, el negro y el blanco de las fumatas, figura entre los mil detalles protocolarios que hemos visto repetidos esta semana, con una pulcritud sostenida en el tiempo. Y es interesante observar cómo la división en torno al talante del Papa esperado o elegido es tan vieja como el mundo. No hay más que ver este párrafo en nuestras páginas: «No determinaremos hasta qué punto había diferencia de opiniones, en cuestión de conducta, entre los cardenales que se clasificaban de intransigentes y los que pasaban por más tolerantes; pero sea de ello lo que fuere, debemos felicitarnos de que el sucesor de Pio IX pertenezca a estos últimos». León XIII fue de los 'tolerantes'. Y abordó los temas sociales, las tensiones del mundo del trabajo, tanto los abusos del capitalismo como la presencia nueva del socialismo y el comunismo. Para decir lo más difícil: sí al derecho sindical pero sí también el derecho a la propiedad.
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