lA ÚLTIMA CITA
El perfil de su interlocutor, el vicepresidente de los Estados Unidos, James David Vance, simbolizaba -prácticamente- todo cuanto el Papa Francisco combatía con palabras y encíclicas
FRANCESC COLOMER
Sábado, 3 de mayo 2025, 23:37
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FRANCESC COLOMER
Sábado, 3 de mayo 2025, 23:37
El vicepresidente de los EEUU, James David Vance, mantuvo una entrevista con el Papa Francisco escasas horas antes de que el Vaticano anunciara el fallecimiento ... del Santo Padre. Vance había dicho que constataba su excelente estado de salud. Menos mal. La noticia del desenlace desencadenó una enorme oleada global que mezclaba abatimiento y empatía. No hacía falta abrazar ningún dogma para reconocer los méritos y atributos del primer mandatario de la Iglesia católica. Su carisma trascendió las fronteras de la fe.
Quiso representar, elevando el voltaje de su discurso, el veto moral a todo cuanto los señores de la guerra y la nueva plutocracia encarnan. Se ha calificado de irónica la casualidad de su última cita. El perfil de su interlocutor simbolizaba -prácticamente- todo cuanto el Pontífice combatía con palabras y encíclicas. Lévi Strauss ya dijo que somos animales simbólicos. Con todo, conceder significado a los hechos, gestos y apariencias no deja de ser un ejercicio extraordinariamente complicado. Pero esto es una tribuna de opinión libre y caben toda suerte de hipótesis. Y, como dice un amigo mío, hemos venido a jugar. A 'jugar' con las ideas y los azares. Este artículo solo son las vulgares cavilaciones de un simple espectador de los acontecimientos sociopolíticos de nuestro entorno. Y nuestro entorno ya es un lugar llamado mundo. Opinar es relativamente fácil e intelectualmente barato. Dicho esto, sí, la de Vance fue la última cita. La tradición también cuenta que hubo una última cena y un comensal traidor. La cronología de la agenda quiso que esa fuese la postrera audiencia. Los símbolos también tienen habitualmente interpretaciones diversas. Y este concede mucho juego. Sin duda, la versión más cabal sería la casualidad pura y dura. Una posibilidad tan imprevisible como aleatoria. Pero, estamos hablando de ese pequeño estado nación llamado Vaticano, donde, por definición, todo o casi todo pasa por algo. Todo o casi todo guarda relación con una interpretación trascendente. ¿Por qué no abrirnos a imaginar que las cosas sucedieron de acuerdo con un significado menos trivial que el de una agenda prefijada?. Sea como sea, elucubrar sobre lo inexplicable ocupa a la humanidad desde el origen de los tiempos.
Francisco no alteró el curso del mundo ni el de sus nuevos altisonantes guionistas como Vance y otros, pero su causa hace otro tipo de sonido al girar la rueda de la historia. Él hablaba de puentes y no de muros. Esos que segregan y separan naciones, culturas, y razas. Muros de odio que siguen creciendo y países que han logrado que su ventaja competitiva y su principal aportación al mundo sean sus cárceles. Esas que Francisco visitaba con devoción pero con otro propósito. No, no es irónico que el vicepresidente Vance cerrase para siempre la agenda pública del Papa. És significativamente intrigante. Bukele, presidente de El Salvador, es un héroe para la administración Trump-Vance. Un ejemplo de la nueva generación de mandatarios que viven de alquilar su patria como mazmorra extrajudicial para recepcionar a presidiarios e inocentes. Qué más da.
Francisco concibió la humanidad como una sola familia que, además, debía conjurarse para restaurar un planeta herido por la degradación del medio natural que nos da soporte. Vance se ubica en las antípodas de esa percepción del mundo y de la interacción de los humanos con los bienes de la naturaleza. Las advertencias señaladas en su encíclica Laudatio Si (2015) sobre el cambio climático, constituyen toda una declaración de intenciones y de principios. No era un chascarrillo de avión en tono jocoso, sino la carta solemne que dirigió a todos los obispos del mundo y al conjunto de la cristiandad.
Sin cuestionar aspectos nucleares del acervo católico, como por ejemplo el aborto, también es cierto que afrontó con valentía cuestiones proscritas para muchos como la realidad de la transexualidad. No dejaba de ser para él una actitud ligada al humanismo evangélico más puro. Seres humanos. No había más. Otro gesto que se contraponía frontalmente con la rigidez inmisericorde que muestran cada día dirigentes de todo pelaje y en todo el mundo. Vance, directamente, quiere borrar del mapa esta opción de vida. No solo la nueva administración de la Casa blanca dispuso un decreto para expulsar a las personas trans del ejército, sino que la acumulación de calumnias y humillaciones proferidas hacia este colectivo no tienen parangón alguno. Francisco frecuentaba a las personas trans, siquiera para entender, comprender, compartir... amar. Las privilegió en sus exequias. A veces olvidamos que la compasión, desde Voltaire, es un valor cívico y revolucionario. Empatizar -por algo se empieza- es lo último que nos queda como atributo verdaderamente humano. Efectivamente, ponernos en la piel del otro, intercambiar los sentimientos y descubrir la infelicidad que podemos causarnos es un ejercicio ligado al reconocimiento mutuo. Militar en la vida de los afectos. Esta es la versión profana. El pontífice invocaba a su dios, obviamente. Y, para ir acabando con esta exploración de significados a la, llamémosle de nuevo, ultima cita, citemos la Inteligencia Artificial. Francisco formuló a principios de este año un documento conceptualmente imponente por su profundo calado y dominio de la materia. No he dudado en compartirlo con mis alumnos. Una recomendación sobre el potencial benigno de las tecnociencias si las disponemos al servicio de toda la humanidad. Obviamente, advierte de los peligros si desaparece la ética como lindero imprescindible para su desarrollo correcto. Y, sí, de nuevo, otra alusión a la última cita. Allí estaba el representante de un gobierno que ha dejado el futuro de la IA en manos de una plutocracia que, todos juntos, caben en un taxi. Enfrente, ocho mil millones de seres humanos a merced de sus designios, enfoques y cuenta particular de resultados. Recuerdo a Frances Haugen, autora de 'La Verdad sobre Facebook', en la que denuncia como exempleada de esta big tech, cómo sus directivos eran conocedores de los marcos de odio que su red social creaba contra la minoría musulmana en Birmania. Pero la codicia y los intereses crematísticos se impusieron sin pudor alguno. Zuckerberg fue acusado de permitir que Cambridge Analytica accediera a la información de más de 80 millones de estadounidenses durante la campaña electoral que dio la victoria a Trump. Varios fiscales generales le demandaron por considerar que su implicación era directa y su participación deliberada. Le costó 5000 millones de euros en multas. Calderilla para él. El amigo de Vance y Trump acumula una sórdida historia de inmoralidades como otra demanda por ir contra la salud mental de los usuarios jóvenes, provocando suicidios, ansiedades, bullying, etc. Todo por el lucro. Acaso un eco de las 30 monedas de plata. No se puede estar más lejos de los preceptos del difunto Francisco. Y no pudieron estar más cerca en los extertores de su vida. Dicen que la historia se escribe primero en forma de tragedia y después cobra hechuras de comedia. Esta última cita Vance-Francisco creo que requiere una calificación distinta. Ni tragedia ni comedia. Creo que la palabra tampoco es ni casualidad ni ironía. Un día escuché que la vida puede ser un misterio o un absurdo. Tal vez, sean las dos cosas.
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