El nuevo paradigma de Sánchez: elija entre público o privado. Si elige público, está conmigo; si es privado, contra mí. Los buenos eligen lo público ... y los malos, lo privado. Progresistas sociales frente a capitalistas reaccionarios. Esta es la nueva consigna de guerra, tan vieja como el socialismo, pero presentada y anunciada como un nuevo detergente blanqueador más potente. Sánchez avisa: si lo público se ahoga, se romperá el ascensor social y se acabará la igualdad de oportunidades. Que nadie se fíe de las derechas. Esta vez no hay amenaza de suprimir las pensiones como en los 90: en el siglo XXI, la amenaza es el abandono y el menosprecio a lo colectivo, a los servicios públicos. Elija: Sánchez o desigualdad. Como si ambas cosas no pudieran convivir, como si entre ambas cosas no existiera nada, como, por ejemplo , la concertación educativa o de sanidad. Sánchez necesita confrontación a su derecha y, a su vez, crecer hasta el 30% a su izquierda, porque Sumar no suma y Podemos está en el diván. La izquierda soy yo. Veamos tres, aparentemente, desconectadas y espontáneas declaraciones que marcan el pistoletazo de salida de esta pensada estrategia.
El pasado lunes, 28 de abril, España y Portugal sufrimos un insólito apagón general durante ocho horas. El caos en las calles estaba servido. Hospitales en mínimos. Todo parecía indicar que estábamos ante un ciberataque o sabotaje. Las radios de pilas volvían a ser protagonistas, como en las antiguas tardes de fútbol. Silencio gubernamental durante horas. Al final, Sánchez comparece para indicar que no se conocen las causas pero que hay un sospechoso: los operadores privados. Sin especificar ni quién, ni cómo, ni cuándo, ni por qué, pero con un mensaje claro: ante la duda, lo privado. Lo que no expuso Sánchez es que, desde su privatización, las energéticas han sido el refugio de ministros y secretarios de Estado; muchos de ellos, socialistas: Felipe González, Miguel Boyer, Beatriz Corredor, Jordi Sevilla, Angeles Amador, Luis Atienza, Elena Salgado, Pedro Solbes... Así, hasta casi 30 donde, por ejemplo, Felipe González cobró medio millón de euros en 4 años. Extraña forma de defender lo público.
Antes, el 1 de Abril, sin venir a cuento, la ministra Diana Morant hizo un ataque violento a las universidades privadas: denunció un claro proceso privatizador de la enseñanza superior que, además, maltrata a la universidad pública. Las derechas ahogan lo público. Sánchez contra Ayuso, dos modelos, público contra privado. Según el pedrismo, que Begoña Gómez, esposa del presidente del gobierno, sea imputada por tráfico de influencias y corrupción de los negocios y, ahora, por intrusismo en su cátedra en la Universidad Complutense de Madrid, no perjudica a la universidad pública. Extraña forma de defender lo público.
El algodón no engaña. El sector público en España tiene buena musculatura. Buen aspecto
El 19 de marzo, como un tuitero más, Pedro nos reveló en su cuenta de Twitter que ve 'La Revuelta'. Todos sabíamos que el influencer Sánchez estaba (está) preocupado con 'El Hormiguero'. Su respuesta la hizo desde TVE. Televisión Pública. 'La Revuelta'. Informalidad, juventud y risas. Tiene hasta un grito de guerra: A la voz de «Somos...», una sala entusiasmada y divertida silabea y acentúa «¡...la pú-bli-ca!», alentados por el bombo del presentador Broncano. Motos-privado contra Broncano-público.
Estas tres anécdotas concatenadas son el 'kick-off' del revival que quiere Moncloa, el debate público-privado ya voceado por ministros, tertulianos, presentadores y toda la maquinaria mediática del pedrismo.
Los empresarios también están sufriendo este arcaísmo. Aunque en este segmento Yolanda Díaz exige derechos de propiedad, Sánchez se ha colado a codazos. Ambos repiten, pisándose los titulares que el sector privado no quiere subir salarios, el sector privado abusa de la temporalidad... Lo que no dicen ni uno ni la otra es que la temporalidad es el 13% mientras que, en el sector público, la temporalidad alcanzó el 23% en el año pasado.
¿De verdad nos debemos preocupar de la desaparición de lo público? Vamos a ver datos, datos oficiales. En su conjunto, según datos oficiales del INVENTE, hay, de todas las administraciones del Estado, 4.843 entes. Incluso hay quien apunta más de cinco mil, en concreto, 5.124. Más datos. En España, hay más de 40 millones de personas en activo, el número de trabajadores a sueldo del Estado son 3.526.200 (el 7,2%) y el número de autónomos es 3.086.800 (el 6,5%). En total, son menos los autónomos y asalariados del sector privado que las personas que cobran por diferentes motivos del Estado (funcionarios, parados, jubilados, dependientes...): 17,69 millones frente a 18,21 millones de personas.Además, la brecha salarial es del 24% a favor del empleado público. El algodón no engaña. El sector público en España tiene buena musculatura. Buen aspecto.
Pero, si llevamos las 4.843 empresas o entidades al laboratorio del bien común y enfocamos y observamos bajo el microscopio de la moral pública, encontraremos salmonelosis y otro tipo de bacterias infectadas en todas ellas, repito, en todas y cada una de las empresas. «Personal de confianza» o, dicho de otro modo, enchufados del partido. Vamos a poner el zoom para que se vea y lea mejor: estómagos agradecidos. Ya lo dijo la ministra Carmen Calvo: «El dinero público no es de nadie». Mis hijas, en su infancia, también pensaban que el dinero de los cajeros automáticos nos lo regalaban las paredes. Puertas giratorias y nombramientos a dedo. ¿Nos debemos preocupar por la desaparición del sector público o nos debemos preocupar de su instrumentalización por parte de los grandes partidos?
Por las noches, mientras el ministro Óscar Puentes se queda sin dormir buscando imaginarios saboteadores de Adif, mientras la España trabajadora usuaria de cercanías sufre pesadillas por el calvario que le espera al día siguiente, por las noches, Pedro Sánchez ve 'La Revuelta'.
Público y privado no son el aceite y el agua, no son el bien y el mal, no son excluyentes: ambos son necesarios y, sobre todo en estos tiempos de volatilidad que estamos viviendo, necesitamos de su complementariedad. Sí, llegar a acuerdos público-privados para dar mejor servicio y garantizar el servicio al ciudadano. Para construir vivienda pública asequible, para enseñar, formar y educar a nuestros hijos y a nuestros jóvenes, para atender la creciente necesidad de atención sanitaria, para mejorar y prepararnos para cuidar a los dependientes y, también, a nuestros mayores. Necesitaría todas las páginas de este periódico para exponer los motivos por lo que es necesaria la complementariedad entre ambos. Cuando, por las noches, haciendo zapping, sintonice TVE, acuérdese que Pedro también lo está viendo porque Sánchez ve 'La Revuelta'.
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