Desde hace unas semanas hay por las alturas una colla, vestida de chalecos amarillos, que anda con una góndola, de día y de noche, colocando ... cámaras en lugares inverosímiles. En un descanso, le pregunté a un capataz; y me dijo lo que el Lobo a Caperucita:
-Son para verte mejooooor...
Agárrate a la tontería, que es de las que hacen nido: en Valencia se están instalando 278 cámaras, doscientas setenta y ocho, que valen un dineral, para poder ver, verificar, controlar y escudriñar la entrada y salida, del centro de la ciudad, de determinado género de vehículos muy antiguos, y por lo tanto contaminantes. Pero no con el objeto de sancionarlos, o de reprender a sus conductores; ni siquiera con la intención de enviarles una carta para afearles la conducta. No. Se ponen las cámaras para que Europa, que es la que ha inventado esa sandez de establecer Zonas de Bajas Emisiones en todas las ciudades, sepa que en Valencia estamos en ello, que estamos despilfarrando bien el dinero comprometido para esa clase de cosas... aunque lo estamos haciendo a nuestro modo. Que consiste en poner las cámaras para nada; porque nadie que incumpla va a ser sancionado. Pero de ese modo infantil Europa se contenta y mantiene sus ayudas.
Muy de mañana suelo hacer un ejercicio que recomiendo a los valientes: me meto por las buenas, sin máscara antigás, en el by-pass. Procuro ganarme un hueco entre dos camiones enormes y circulo emparedado un buen trecho. He llegado a ver los cuatro carriles, dos por sentido, cuajados de mastodontes de seis, ocho y doce ejes, pegados en forma de muro. He visto la nube contaminante que sobrevuela la franja de suelo que ahora se está triplicando. Y he visto, también, la estupidez consentida de los sucesivos gobiernos españoles y europeos, que se han demorado a la hora de invertir en ferrocarriles mientras consentían el reinado del camión y arbitraban bobadicas para los coches viejos.
Valencia es un lugar raro, una anomalía. Al revés de lo que se podría suponer, la izquierda anda ofendida porque la derecha no multa a los proletarios infractores con coches antiguos. Y el gobierno de la derecha anda sufriendo porque tiene que acatar en silencio una norma medioambiental que no comparte y que no desea aplicar por ridícula e injusta.
De verdad se lo digo: no hacía falta alguna marear toda la ciudad con la reforma de Pérez Galdós y su bizantino debate. Con las seis o siete mil cámaras de costumbre estábamos ya muy bien espiados y no hacía falta esa guinda europea de 278 trastos más. De verdad, señora Europa, déjenos vivir y no propicie esa vejatoria, profanadora escena de cubrir los tejados del Cementerio General de placas solares chinas, nadie sabe por qué ni para qué.
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