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El reportaje dominical de Laura Garcés y la positiva noticia del lunes, abren una ventana esperanzada al futuro del edificio que fue delegación de Hacienda, ... en Guillem de Castro. Concedida la propiedad al Ayuntamiento y la Diputación, instituciones que donaron el solar, avanza el sueño de Vicente Mompó de ubicar una pinacoteca en esa mastaba de oficinas abandonada por el Gobierno con el aplauso de Ribó y Puig.
Entre los pinares del antiguo Psiquiátrico de Bétera, la Diputación guarda sus tesoros. Tiene miles de obras de cinco siglos, desde Ribalta hasta la fecha. Pero en esos almacenes está, desde luego, la obra del joven Sorolla, el gancho, el reclamo, el imán que lleva décadas moviendo los resortes culturales, los suspiros de nuestros políticos. Desde que Rincón de Arellano, que también fue presidente de la Diputación, lanzó al ruedo la idea de hacer un museo Sorolla a base de rebañar todas las obras de don Joaquín que hubiera escondidas del público en despachos y antesalas, aquí o allá.
Como una ballena varada en medio de la ciudad, como un buque fantasma, el viejo edificio de Hacienda saluda a todos, desde hace años, con un delicado sarcasmo: la casa de los tributos alberga mendigos en sus soportales de granito. ¿Pinacoteca de la Diputación? Vaciar esa cáscara y volverla a llenar con todo el aderezo que reclama un moderno museo costará bastante más que una obra nueva diseñada a propósito. Pero nos gusta la adaptación, nos encantan las transfiguraciones; así es que el problema será como el de Correos, otro edificio que no nació para museo pero que el presidente de la Generalidad quiere bañar con luz de Sorolla tras su reciente visita a la Hispanic Society.
He aquí dos instituciones, Generalidad y Diputación, en la misma estela de recuperación inmobiliaria y artística, que no ocultan -no hay por qué- el poder subyugador del maestro sobre los valencianos. Con ellos, un Ayuntamiento que hace muy bien al reunir las piedras del antiguo monumento para situarlo de nuevo en la playa. A veces se diría que, para los políticos de casa, no hay otros pintores más allá de 'el pintor'. Pero el caso es que su solo perfume, esa pincelada de brillo de agua en la espalda de un niño tumbado al sol, reaviva hojas de servicio decaídas y levanta expectativas donde no las había.
Lanzados a toda máquina, los fogoneros de la política confían en el arte cuando las palabras se agotan. La Universidad Politécnica, lanzada a la conquista de Ciutat Vella desde la Casa de los Caramelos, seguro que ya adereza el Sorolla que tiene en su extensa colección. Aunque de momento, como es costumbre, el éxito de público se lo está llevando Rafa Alcón con la exposición de la Fundación Bancaja.
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