Servicio y servilismo...
F. P. PUCHE
Sábado, 28 de junio 2025, 23:51
Si les digo que el inefable alcalde de Ontinyent, el muy populista Jorge Rodríguez, fletó el otro día un autobús, a costa del presupuesto público, ... para que algunos jóvenes de su ciudad pudieran disfrutar de la noche de Sant Joan en la playa de Gandía, no exagero. Una de las ridículas modas actuales de los ayuntamientos, esa de no tener un programa fijo y abrirse como una flor a la «participación ciudadana», ha traído ese glorioso invento del área de Juventud de Ontinyent: viajar a Gandía de gorra y poder beber sin riesgo a la hora del regreso. Cuando se sacó a 'referéndum', esa generosa propuesta de la Nit de Sant Joan fue la sexta más votada, con 1.767 adhesiones. Pero ha prosperado y se ha disfrutado.
Me pregunto si los secretarios y los interventores de los ayuntamientos han enmudecido. Me pregunto si no tienen nada que decir ante ese modelo de click al «me gusta», refugio seguro de la política municipal de nuestro tiempo. Y aunque tengo claro que siguen poniendo objeciones a muchos gastos, y a muchos gestos, entiendo también que no son pocos los alcaldes que obvian los comentarios y los informes negativos que el alto funcionariado formula cada día. No hay fuerza que resista un fenómeno que está llevando a muchos ayuntamientos desde el servicio al servilismo: el mimoso cuidado del enfado de los electores más importantes: ¡Los jóvenes!
¿De verdad tiene cobertura legal que el municipio de Valencia regale leña a la gente joven que hace hogueras en la Nit de Sant Joan? Yo lo dudo, de todo corazón. Hace falta mucho refinamiento en las políticas sociales para que ese gasto quede bien encajado en el escenario de la contabilidad de cualquier ayuntamiento. Pero así está la realidad de nuestra vida local. Así funciona la debilidad en ciudades y pueblos donde la pared que antes existía entre competencias locales, autonómicas y del Estado se ha desdibujado y todo, todo lo que no tiene definición clara, acaba siendo asumido por los servicios sociales de los ayuntamientos más sensibles.
Los periódicos ya no las publican, de tantas y tan raras que son las subvenciones municipales. Pero si digo que hay subvenciones hasta para gatos, ya lo digo todo. Es así como las modas, los caprichos, son convertidos en tradición y claman de inmediato por su derecho a la subvención. En cualquier ayuntamiento que se precie, el catálogo de regalías sobre deportes, fiestas, jaranas y asociaciones estrafalarias crece sin parar mientras docenas de iniciativas de todo tipo encuentran siempre la sonrisa de un pellizco de euros. Sobre todo, claro, si vienen escritas con nombre inglés y vinculadas a las patrañas de las nuevas tecnologías. O al género.
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