Los recuerdos de La Fe
La caldera, grande y pesada como una locomotora, se elevó como una pluma izada por una grúa colosal. Antes de subir al autobús, tuve tiempo ... de ver cómo fue depositada a lomos de una enorme góndola de camión. Se acabó. En ese momento, un brazo articulado con mandíbulas de coyote le metió una dentellada a la estructuran de lo que un día fue Residencia General y provocó la caída de cinco o seis toneladas de escombros. Poco después, lo leí en el periódico, el derribo llegó a la cima, a la parte más alta de la fachada del edificio abandonado; para coronar sin contemplaciones la destrucción prevista, con un desprecio olímpico hacia quienes habían pedido que se salvaran las letras: La Fe.
En su día, hace años, se dudó sobre el inventor del nombre del gran hospital valenciano. Pero hay una página digital del propio hospital que tiene expuesta la solución hace tiempo. Se informa allí que cuando el proyecto valenciano arrancó empezó entre los directivos la búsqueda de un nombre sencillo pero respetable, un nombre sin duda muy corto, para el nuevo establecimiento. Y fue el doctor Manuel Pérez Sánchez, secretario del Consejo de Administración del Instituto Nacional de Previsión, «quien comentando esta idea con su familia recibió la inestimable ayuda de su suegra, de 70 años, que contestó: «Más corto que La Paz sólo puede ser La Fe». Y La Fe fue el nombre que triunfó.
Le Fe vieja, decimos ahora. La Fe, que vimos nacer como maqueta, presentada a la prensa en el muy lejano 1968. El 3 de febrero de 1969 se inauguró el edificio principal, ahora convertido en gloriosa montaña de escombros: el ministro Romeo Gorría dio vida oficial a un gigante de la sanidad con semisótano, sótano, planta baja y trece plantas altas, un edificio de 42.622 metros cuadrados habitables donde había 600 camas, pero se podría llegar a las mil ciento una.
Recuerdo al doctor Evangelista, el primer director, grandullón y orgulloso de ser el capitán de un barco al que se habían subido no pocas celebridades de la Medicina. Todos estábamos más que satisfechos del paso de evidente calidad que daba la sanidad pública en Valencia, gracias al nuevo complejo hospitalario. En realidad, era un espejismo; pero con La Fe se acababa la estampa anticuada, en apariencia trasnochada, de otros centros sanitarios de la ciudad, el Sanjurjo, el Clínico y el General.
En La Fe, se decía, todo es nuevo. Y es que, aspectos clínicos aparte, el paciente disfrutaba de habitaciones con solo dos camas, con aire acondicionado, lavabo individual, teléfono y hasta televisor, algo pocas veces visto y conocido a través de los relatos sobre cómo era el famoso hospital La Paz de Madrid. Tan estupenda era la cosa, que los familiares de los pacientes tenían acomodo nocturno en un sillón en la misma habitación del paciente.
Escombros. Se podían haber salvado las cuatro letras grandes, pero ni eso. De modo que es muy lícito dudar sobre qué materiales históricos se están guardando y se van a conservar de un hospital que fue referencia en España. ¿Se conservará el archivo de fotos de la casa? ¿Se ha guardado algún aparato de Rayos X, la documentación del primer trasplante de corazón, los historiales, diagnósticos, discursos, lecciones magistrales y cartas de momentos históricos de la Medicina valenciana? ¿Qué va a quedar, en la ciudad de los derribos, como recuerdo del viejo hospital?
LA VALENCIA QUE YO HE VIVIDO
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