Pobres ayuntamientos pobres
A una dama muy bien puesta, veraneante de Madrid, le dan el merecido minuto de oro en el telediario de À Punt y afirma, con ... toda solidez, que la vigilancia en las playas no solo debería empezar a funcionar antes, sino que debería estar disponible todos los fines de semana del año. Con un par. Sin rebaja en el nivel de aspiraciones. Después de eso, el periodismo se tiene que mirar mucho lo que escribe. Porque hoy en día es arriesgado estudiar las aspiraciones sin fin de los contribuyentes e intentar poner racionalidad en ellas. El periodismo que más se practica ahora consiste en decir sí a toda demanda ciudadana, de modo que no se lleva nada, pero nada, hacer ver que un ayuntamiento no es una lámpara de Aladino. Claro que la señora con ínfulas reclamaba tener socorristas de plantilla en la selecta playa de Torrevieja, un ayuntamiento que siempre ha estirado más el brazo que la manga y se las ha dado de metrópoli internacional. De modo que en el pecado de sus sucesivos alcaldes llevan la penitencia: si siempre quiso ser Miami Beach, hay que estar a tono...
Me duele, con todo, ver a los pobres ayuntamientos pobres, que sufren las exigencias crecientes de una parte joven del pueblo español que se ha hecho tan exigente como imprudente, tan casquivana como refinada. «Tolls i salt d'aigua als pobles valencians» es una magnífica página web por la que desfilan barrancos, pozas, estanques y cascadas de una impresionante belleza... Sitios para ver o, como mucho, pintar; pero nunca para arriesgarse metiendo un pie dentro de aguas tan heladas.
Pero es ahí donde aparece, por vía de ejemplo, Bicorp, un pueblecito de 500 vecinos, con solo un guardia municipal... que tiene la desgracia de albergar el rio Fraile. Unas preciosas pozas, de agua cristalina, reúnen cada fin de semana a cuatrocientas, seiscientas personas, a veces mil. Y como no pocos de nuestros nenes van allí en régimen de competición abierta de imprudencia... me aseguran que solo una generosa brigada de la UME podría organizar aquel cotarro (con lanzallamas a ser posible).
¿Qué hace un ayuntamiento en una circunstancia así? El rio no es tuyo, pero te dicen que la responsabilidad, sí. Tú quieres turistas pero hay una multitud que te lo pide todo y que reclama placer seguro a todo riesgo ante unos medios informativos que no van a contar tanto el disfrute como el desliz. «Esta es la segunda víctima del verano en el mismo paraje», hemos escuchado hace horas a propósito de un rincón del Turia alterado por la inundación hasta niveles de riesgo. Pero cuidado, nadie use la palabra «imprudencia», por favor. Y nadie recuerde que el (muy evitable) Parque Fluvial del Turia fue un regalo apasionado de Esteban González Pons a los verdes más intrépidos.
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