A los ocho meses de la inundación, las calles de Valencia vieron pasar, el sábado, una nueva manifestación en la que quise ver, junto a ... los que siguen reclamando la dimisión del presidente Mazón por razones de animosidad política, a quienes siguen doliéndose por la pérdida de un familiar o los que esperan todavía unas soluciones que se retrasan en ese marasmo burocrático que ha superado a todas las administraciones implicadas.
Con todo, el lunes, al terminar la primera parte del año 2025, la Generalitat cumplía su compromiso de presentar el fruto de varios meses de trabajo del vicepresidente Gan Pampols. El calor de la temporada, el cansancio, y ese abatimiento ante lo imposible que empieza a impregnar todo lo referente a la reconstrucción, se encontraron, en una misma jornada, con las gravísimas noticias sobre corrupción que afectan al partido del gobierno y a su presidente, para oscurecer la presencia de un documento determinante donde se ha incluido tanto un balance de todo lo que se ha hecho como una guía de lo que es indispensable hacer si se quiere salir con buen pie del desastre y estar preparados, además, para abordar un futuro al resguardo de los efectos de nuevas riadas.
El documento y sus conclusiones (Plan Endavant) son de una trascendencia singular. Bien harán los ayuntamientos concernidos en estudiarlo y asimilarlo porque el futuro depende de cuanto allí se ha incluido. Las más de 300 medidas que el equipo del general Gan ha propuesto son tan transformadoras como para ser llamadas revolucionarias; incluyen lo que los técnicos recomiendan para evitar nuevas riadas y lo que una población alertada y concienciada debe saber para seguir viviendo en una zona de alto riesgo. Y hay que cifrar en 29.000 millones de euros lo que se recomienda invertir en los años venideros para dejar a la siguiente generación un porvenir razonablemente a salvo de catástrofes.
El problema es que todo lo que la vicepresidencia para la Reconstrucción ha propuesto para el futuro de los valencianos no encuentra eco y tropieza con la actitud de un gobierno central que quiere actuar por su cuenta, reconstruir infraestructuras sin coordinarse con nadie y se supone que trazar un futuro sin contar con los ayuntamientos, la Diputación y la Generalitat. ¿Lo hace por encono político, por rencor, por animadversión y mala voluntad, o sencillamente porque no está preparado para la más mínima colaboración en la gestión? No es fácil responder sobre la causa, aunque es evidente que lo que bien podríamos llamar actitud de desdén del Gobierno hacia los valencianos, se planteó en las primeras semanas de la inundación. Y como no hay indicios de que esa actitud vaya a cambiar, entristece ver que el esfuerzo de la Generalitat pueda ser baldío.
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