Notas para una crisis
F. P. PUCHE
Lunes, 3 de noviembre 2025, 23:52
Ahora que ya sabemos el desenlace, ahora que ya se ha publicado el resultado, lo que se me ocurre escribir es que, en el fondo, ... esta no ha sido solo la crisis del presidente Mazón, sino la crisis, el desfondamiento, la fatiga de los que no han tenido la misma o más capacidad de resistencia que Carlos Mazón, en Valencia y en eso que llaman Génova. No podemos seguirte, deja la carrera, basta.
Entre jadeos de cansancio, al PP le dan estas pájaras, estas crisis de flojedad, con una inquietante frecuencia. Mientras la izquierda sabe manejar con habilidad pasmosa la máquina de trocear y sofreír el crédito ajeno, a la derecha le tiemblan las piernas muy pronto. Mientras la izquierda lleva en el pecho los escándalos como si fueran medallas, -- hoy se escribe más de Mazón que de García Ortiz-- el mito de la presunción de inocencia le dura muy poco a los conservadores, que no saben atarse al palo mayor, como Ulises, y aguantar las tarascadas de la opinión pública, los medios y la oposición.
Flojera de remos, asombrosa falta de fe. La que llevó a Rita Barberá fuera del partido que un día ayudó a fundar. Anorexia y falta de vitaminas, a la hora de acompañar a Paco Camps en su crudo camino al calvario. Miedo, quizá, a dar un puñetazo en la mesa y decir que, si un presidente autonómico ha de ser responsable de la seguridad de su autonomía, el pronóstico de la meteorología y la vigilancia hidráulica deben ser transferidas de inmediato a todas las regiones.
Naufragio del Prestige, atentados del 11-M, accidente del Metro, cierre de Canal 9... Caído el Muro de Berlín y desdibujados los perfiles clásicos de la clase obrera, no es difícil concluir que la izquierda ha adquirido la habilidad de detectar, suscitar y explotar el malestar, el dolor y la tragedia ajenas, como fórmula para una supervivencia política en la que la derecha siempre acaba siendo, por pura torpeza, la víctima propiciatoria.
El presidente Mazón, cumplido un año de la inundación, anuncia que se va y abre un periodo de incertidumbres. No faltará quien piense, con realismo de cirujano, que si se hubiera ido hace un año nos hubiéramos ahorrado disgustos. Y que su discurso de ayer hubiera sido balsámico doce meses atrás. Todo es redundante: el enfermo aún está en el quirófano, abierto en canal, necesitado de soluciones de enorme trascendencia. Para empezar, de una coalición que haga lo que no se ha hecho desde final del siglo pasado.
Fastidia mucho ver cómo todo lo ha decidido, como siempre, Madrid. Inquieta comprobar que el partido mudo, Vox, tiene sus bazas en la mano. Y si queda algún consuelo, por encima de la trapisonda, es haber podido escuchar un discurso de despedida respetable, que tuvo partes dignas e incluso brillantes.
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