Julio
Parece que fue ayer cuando nos reíamos, como siempre, de los trajes de las presentadoras de ese aquelarre que hacen las televisiones en Nochevieja. Pero ... pasa, el año toma carrera enseguida, y no hay nadie que anuncie que se acabó tanto ridículo. La televisión, si te fijas, es ahora el nuevo regulador del ciclo de la vida. La Iglesia anunciaba antes la Cuaresma y es la televisión la que ahora jalea el Carnaval; la Iglesia tenía Semana Santa pero es la pantalla la que anuncia éxodo y vacaciones... Todo, menos trabajar.
Parece que fue ayer, pero ya es julio. Parece que ese, el del flequillo, había ganado las elecciones, pero no iba en serio. Pero llegó el 20 de enero y ahí lo tenemos con la gorra calada hasta las cejas, cambiando el decorado del mundo a manotazos, rotulador en mano, de una manera ruidosa y descarada, infame y ridícula para los propios norteamericanos que conservan escondida la dignidad que algún día albergaron con orgullo.
¿Pero esto qué es? Aranceles y fronteras, misiles y tratados, amistades y compasión... Todo patas arriba, todo por el aire, víctima de los temblores de alguien que parece un poseso, un inestable: Ucrania, Groenlandia, Gaza, Irán, Panamá, Israel, Rusia... Los americanos, en sus confidencias, se sonrojan al hablar. Pero advierten que los que aparecen detrás de él, el vicepresidente y el de Defensa, el de Exteriores también, aunque gritan menos, son más radicales, dónde va a parar... y tienen treinta años menos.
Julio. Miras el calendario y da la impresión de que cada hoja chorrea un pringue espeso y marrón. El Constitucional, la Moncloa, el Congreso y la fiscalía. Cámaras y micrófonos: la prensa hace masa en la puerta del Supremo, de los juzgados, de las casas pintarrajeadas. Koldo, damas y caballeros. Koldo, Ábalos, Cerdán, Puigdemont, la vergüenza que crece, las amiguitas, los paradores, no sabía nada, Begoña, mi hermano... amigo Rutte, amigo Trump. En seis meses, medio año, lo que ya estaba mal ha quedado claro que está peor.
Y bueno, nos queda la inundación. Cuando llegó el nuevo año estábamos aun dándonos esperanzas, animándonos en aras de la recuperación moral. La Iglesia, la televisión, el gobierno, los ayuntamientos, la prensa... todos intentan dar ánimos, buenas vibraciones, para que progrese el necesario clima de reconstrucción. Y sí, se está reconstruyendo, mucho y deprisa, pero se podría decir que sin ilusión. O sin un horizonte donde veamos con claridad qué queremos y cómo lo vamos a conseguir.
A mi juicio es porque no hay liderazgo. El PSOE y Compromís se han conjurado para no hacerlo posible. Por eso iniciaron una campaña de descrédito contra alguien que no hizo lo que ellos dicen que hubiera sido necesario. Y luego, claro, ha venido el espectáculo judicial. Ya es julio. Y al año le queda otra mitad.
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