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Para que no haya dudas ni despistes, podríamos empezar dando vivas al libre comercio y la competencia. Pero también convendría hacer alguna precisión. Por ejemplo, ... que el Ayuntamiento ya no tiene nada que ver con la Feria de Valencia; que gracias a la política que desarrollaron el alcalde Ribó y el presidente Puig, la Feria es ahora una empresa pública de la Generalitat. El cambio de modelo, que ha sido largo y complejo, se cerró el mes pasado cuando los terrenos feriales se inscribieron a nombre de la autonomía. Fin.
La desaparición como feria monográfica autónoma de Cevisama, la antigua feria de la Cerámica, trae recuerdos y sentimientos, momentos dulces y amargos. ¿Qué sería de Valencia sin sus ferias? ¿Dónde estaría nuestra economía, la industria y el turismo, los hoteles y los restaurantes, si no lleváramos a la espalda el beneficio que ha reportado la feria más antigua de España (1917) y las monográficas que llegaron en los 60? Vicente Morata se duele del amenazador avance del desierto y quizá deberíamos reflexionar sobre el escaso patriotismo, el erróneo sentido práctico que pusieron en juego, en su día, las potentes empresas azulejeras de Castellón que se negaron a venir al certamen de Valencia para montar sus propios eventos, su feria.
Está bien, no pasa nada. No se debe obligar, ni siquiera se puede torcer la inclinación del mecenazgo. Pero esa actitud, cuando llegó el covid, ayudó a matar a una Cevisama que con medio siglo de bagaje se va a integrar a otros certámenes del ámbito del hogar, en busca de un horizonte nuevo. Porque la vieja Feria bastante hace con sobrevivir, ingeniárselas dentro de unas instalaciones demasiado grandes e ir amortizando con rigor deudas grandiosas que se precipitaron en tiempos demasiado alegres. Fue de manual: feria ampulosa, deuda enorme, crisis financiera, pandemia paralizadora... y sálvese quien pueda. Entre todos, error tras error, hemos construido una historia que nos anula el derecho a la queja. ¿Qué otra cosa -pienso ahora- podía hacer la corporación de Ribo? Apelar a los tiempos románticos de Grollo, de Samper, de Gordillo llega un momento que ni siquiera reconforta. ¿Para qué sirve una feria de muestras en la era digital?
No obstante, y a la vista de la decisión de poner a Cevisama en un modelo de prueba consensuada con los empresarios que sí quieren acudir a la feria, no ha faltado la crítica del Gobierno del PSOE. Para más dolor, ha sido la secretaria de Estado de Industria, la valenciana Rebeca Torró, consellera en tiempos de Puig, la que ha dicho que la decisión es «una muestra más de la dejadez y falta de liderazgo de la Generalitat». ¿Patriotismo decíamos?
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