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El papa Francisco ha muerto y a los medios informativos del mundo les ha faltado tiempo para lo que más les gusta: montar la quiniela ... del Cónclave y frivolizar, convertir en juego de apuestas el sagrado misterio con el que la institución más antigua del mundo decide la persona del sucesor de su líder.
Hace años, las quinielas papales tenían otro aire; se planteaban cuando el Cónclave abría con solemnidad sixtina sus sesiones, días después del pomposo y doloroso entierro del pontífice muerto, cuando los cardenales sabios se encerraban para pensar y decidir. En ese punto, los medios informativos recurrían a la voz de teólogos de prestigio, hablaban religiosos de extremada piedad y probado respeto. Y eran ellos los que, tras muchos ruegos de un periodista mayor con corbata de luto, insinuaban alguna sugerencia, daban alguna pista en forma de cita profética; y hablaban, en fin, de algún cardenal semioculto cuyas reflexiones sobre la Redención de Cristo era bueno conocer para estar al día porque quizá, podría ser... que el Espíritu Santo lo eligiera. Porque, recordemos nuestros años jóvenes, no era Twitter, ni la IA, ni siquiera Tezanos.... Era el Espíritu Santo el que tomaba la decisión, a través de la voz y la voluntad de los cardenales electores.
En este tiempo de prisas, redes y enredos sociales, el juego de apuestas sobre los aspirantes al trono de Pedro está siendo instantáneo y desde luego ridículo y superficial. Con el Santo Padre aún yacente en sus habitaciones y todo el protocolo del sepelio por decidir, ya estaba en marcha la quiniela -un negro, un oriental, un italiano, un surtidito- en manos de gente que nunca ha ido a una misa. Los más íntimos anhelos de Francisco, ese testamento donde dice que quiere estar junto a la Virgen Madre, se ha abierto después de que rodaran por los telefonillos del planeta los retratos de los candidatos, como un juego de tronos de tres al cuarto. El favorito, claro, era un señor de Filipinas que tiene página abierta en Facebook.
No es cosa fácil elegir Papa. Incluso diría que no es fácil ser católico en estos tiempos de gilipollez y crueldad agitadas en coctelera. No es fácil hacer entender a la sociedad que una religión, esta religión al menos, no es un partido político, no responde a las convenciones de las democracias y no tiene un presidente llamado Papa. Luego un Cónclave en la Capilla Sixtina no es un Caucus en Chicago, ni unas Primarias del PP, ni un Congreso socialista en Dos Hermanas. Claro que me acabo de enterar de que, a partir de los 80 años ya no se puede elegir Papa en Roma, aunque uno sea cardenal. ¿Y eso? ¿No será discriminación y gerontofobia? Hasta la Iglesia piensa ya que los mayores... No me gusta un pelo.
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