Pues verá usted, le digo al amigo con el que navegué por las islas Sorlingas: lo que está pasando es que no pasa nada, que ... es lo peor que puede pasar. O sea que ya hemos vivido las Fallas, la Semana Santa y la Pascua, el puente de mayo ha transcurrido con el mismo arrollador éxito de visitantes... pero, concedidas las banderas azules, aquí ya solo queda esperar la campaña turística de verano y ver las terrazas llenas de guiris para tener otro tema del que renegar: esto está imposible, no hay quien lo aguante... y la caja a rebosar.
Oh, sí, claro, la política. Todos estamos pendientes de lo que pueda pasar. Pero como no pasa nada, como nadie de la política quiere mover ficha, la incertidumbre se extiende, crece el temor y los movimientos son mínimos, lentos y raros. Don Tancredo es el formato: pies quietos y ojo avizor. El único que se mueve, el único que ha llamado a un despertar que sirva de antídoto y reacción es Paco Camps, pero eso no ha hecho más que sembrar más confusión. Yo mismo no lo he tenido claro hasta que no he visto escrito, donde se tenía que escribir, el adjetivo «berlanguiano».
Ni Sorolla sirve ya. La inundación les dio una carga de adrenalina, quiero decir que incluso a la oposición le proporcionó un plus de mala leche. Pero seis meses es mucho tiempo en las agendas actuales: Diana Morant se ahoga en el temor de que Pedro Sánchez se caiga, a la señora Bernabé no le van las cosas como en el primer acto de su teatro y esa memez de huelga general que se están inventando no parece que vaya a ir muy lejos.
Así las cosas, amigo marinero, todo indica que el PP acaba de entrar en una zona de doldrums, ya sabes, la calma chicha del Ecuador, la de mitad de legislatura. Los españoles que navegaban al Caribe tenían mucho miedo a ese mar sin alisios cercano a la línea: el agua se quedaba como de aceite, un barco se podía quedar tres semanas parado sin un soplo y no había más remedio que echar al mar a los caballos por falta de agua potable.
Aquí pasa lo mismo: que falta agua en los odres y la marinería ya anda mirando a los caballos, eligiendo candidatos para echarlos por la borda una noche de luna llena. No valdrán relinchos ni pateos: chop. Nadie aguanta más de medio año con la copla de la presunción de inocencia por bandera, sin que pase nada, sin que se decida nada, esperando y esperando. Hoy en día, cuando tenemos más autonomía que nunca hemos tenido, nadie, en los partidos, aguanta más de una semana sin nada que obedecer de ese Madrid -le llaman Génova o Ferraz, pero es Madrid- cada vez más necesario para afrontar la angustia de un doldrum. «Berlanguiano» decimos, sí. Pero Berlanga tuvo siempre un entrañable toque de fragilidad humana...
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.