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El malestar político y económico se extiende». El titular de la crónica no pudo ser más claro, aunque la firma, encubierta bajo el seudónimo de ' ... un diplomático', nos deja en la duda casi un siglo después. Hablamos de un análisis de la situación internacional que nuestro periódico publicó el 1 de julio de 1930 y que no puede ser más certeramente anticipador de las serias complicaciones que vinieron después.
La raíz del problema había que buscarla en Alemania, imposibilitada ya de pagar las reparaciones de guerra porque «las exportaciones chocan contra la muralla de las altas barreras aduaneras». Con dos millones y medio de parados y sin recursos para atender sus necesidades, el Reich llevaba una inquietante deriva: «Provocado por la decepción política y el malestar económico, el movimiento ultranacionalista aumenta en Alemania y adquiere proporciones amenazadoras. En las últimas elecciones de Sajonia el partido ultranacionalista (o 'racista', llamado también 'Socialista-nacional') ha triplicado los votos y los parlamentarios».
Poco antes del 1 de julio, día por día, LAS PROVINCIAS había informado del curso de una ley, aprobada en el Senado de EE UU por 44 votos contra 42, que es poco conocida pero que hoy cobra especial interés. Es la Hawley-Smoot Act, que entró en vigor el 17 de junio de 1930, tras firmarla el presidente Hoover, para levantar barreras arancelarias muy serias sobre las importaciones de unos 20.000 productos de todo el mundo.
Aunque republicano, Hoover dudaba de los efectos secundarios de los aranceles; pero Reed Smoot y Willis Hawley dieron en el clavo del populismo y concitaron apoyos suficientes para sacar adelante los gravámenes a la importación en un país que en octubre de 1929 había sufrido el Jueves Negro. El objetivo de defender los empleos de los agricultores y los obreros industriales ante unas importaciones que veían excesivas, primó en la política. Con el obvio resultado de que todos los países que comerciaban con EE UU se apresuraron a gravar las importaciones americanas y, de paso, las de los países competidores.
En el contexto de la 'Dictablanda' española, con el ambiguo general Berenguer en el poder, nuestro periódico recelaba del creciente proteccionismo comercial y avizoraba tiempos recios. En una crónica de Celso del 7 de junio de1930, mientras EE UU armaba su ley de protección, se dijo que «España, desgraciadamente, es de los países que se desarrollan dentro de un pozo, y ello redunda en perjuicio de una parte muy importante de la nación, que se ve obligada a sufrir las consecuencias de esa política arancelaria».
Y aún añadió Celso que esa parte llamada a sufrir «es la integrada por el antiguo Reino de Valencia, que cuenta con una riqueza vital que no necesita el proteccionismo». Es, en efecto, el sino de la economía valenciana, vocacionalmente exportadora y librecambista, llamada a «luchar con todas las trabas de la política que el Gobierno desarrolla, totalmente opuesta a sus intereses; y, aun así, sigue su marcha hacia delante».
Celso, en su artículo, habló de la inutilidad de las «industrias de estufa que han de vivir al calor oficial» y animó a los políticos a ser valientes y a «despreciar esas fuentes artificiales de riqueza». Con todo, Hoover aplicó los aranceles, aunque la crisis del 29 siguió extendiéndose hasta acuñar el término de Gran Depresión. Mientras, las semillas de las desgracias que vendrían después empezaron a extenderse por medio mundo...
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