La concesión del premio Nobel de la Paz a María Corina Machado ha sido motivo, cómo no, de polémica. ¿Qué no lo es hoy en ... día? Hasta la paz genera conflicto. No solo en España, donde Iglesias, quién sabe si a la salida de su popular taberna, ha llegado a compararlo con la entrega «incluso a Adolf Hitler a título póstumo». Mientras, al otro lado del océano Atlántico, Trump, en calidad de eterno aspirante, se desahogaba impúdicamente. Porque quién, si no él, se había postulado. Y no solo ahora; también en la legislatura anterior. Ya lo tengo, debió pensar para sus adentros -tras impulsar, al filo de las campanadas, el pacto que ha dado tregua por fin a la guerra en Gaza-. Buen trabajo en equipo: comprometido Donald en Gaza, y la primera dama, Melania, en la devolución de niños robados por Rusia a Ucrania. Una meritoria labor en torno a dos de los conflictos más mediáticos de los últimos años, que suman miles de víctimas, entre ellos niños asesinados, heridos y desplazados.
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Nada de esto ha pesado, porque el premio llevaba, con méritos sobrados y un mensaje potente, el nombre de la venezolana: los líderes mundiales comprometidos con la paz no se forjan únicamente en la mesa de las grandes negociaciones internacionales. No es un premio político, sino simbólico: lo que se reconoce en el año 2025 es la apuesta por la convivencia frente a la violencia, sea dentro o fuera de las fronteras. Por liderar la respuesta cívica, pacífica, a una toma de poder que violenta la decisión de los ciudadanos en las urnas. Por dar ejemplo, al retirarse de la primera línea para no exacerbar el conflicto. Por contener y reconducir la decepción de millones de ciudadanos tras la traición trágica de Maduro. Por ser una líder de paz, por inspirar con esperanza y valentía, con la palabra. Es un premio con antecedentes notables, que recuerda que mantener la cohesión social es fundamental para la paz.
Poco ha calado el titular, el mensaje, entre los defensores de Maduro en nuestro país. Lo de siempre: de la mano de Corina llega la ultraderecha. Desde Caracas. Amnistía Internacional, en el polo opuesto de Vox, anunciaba el premio en línea con el sentir de la comunidad internacional. Literalmente: «celebración de la resistencia y la resiliencia de quienes luchan pacíficamente por la justicia y los derechos humanos: desde comunidades, sindicatos, partidos y movimientos que ejercen sus derechos políticos y exigen cambio, asumiendo grandes riesgos personales y demostrando que la humanidad tiene el poder de vencer». Se puede decir más alto, pero no más claro. Necesitamos líderes constructivos.
Los líderes mundiales comprometidos con la paz no se forjan solo en la mesa de las grandes negociaciones
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