Junio, julio y agosto: México, Singapur, San Francisco. Es la última cita del año: catorce trayectos de avión, jet-lag, gastroenteritis, border-patrol y dos ... nuevos congresos que anoto en la lista, ya larga, de foros académicos internacionales. ¿Turismo académico? Estamos en un descanso tras el panel. ¿Y entonces qué viste en Washington -pregunta atónito-, no visitaste el Smithsonian? No, no vi mucho, tuve que terminar allí mi presentación. No puede creerlo. Nos hemos saltado el lunch: imponible exponer a la una con el estómago lleno. Son casi las cuatro y Michelle toma la iniciativa: sabe dónde comer a un precio razonable. Pasa, al fondo, anunciado por un aparatoso dispositivo, otro coche sin conductor. Es una plaga: pero no nos vayamos sin probar uno, Elvira.
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Asisto por primera vez a la Conferencia Anual de Educadores en Periodismo y Comunicación de masas (AEJMC), la conferencia número 108 de esta reconocida asociación, y la primera para mí. Nadie lo diría, porque fluye la conversación desde el minuto cero: Teresa (México), Zenny (Estados Unidos), Michelle (Guatemala), Manuel (Estados Unidos), Tobías (Austria), Judy (Estados Unidos). La forma en la que conduje un grupo de discusión en Nueva Zelanda me ha traído hasta aquí: «No se me olvida cuando alguien me impresiona». Hay algo especial y bello en esas sesiones en las que todos descubrimos algo nuevo, porque dejamos juicio y prejuicio en suspenso. AEJCM es el broche de oro para mi colección de grandes congresos.
Acudimos al caer el día a la recepción conjunta de varias universidades estadounidenses. Lleno total: han escogido la planta treinta y nueve del hotel Marriot, desde donde las vistas de la ciudad son, literalmente, de vértigo. Parece, a primera vista, un local de moda efervescente. Pero seguimos trabajando. Elvira, hay otra revista interesante para publicar las conclusiones del panel. Al rato pregunto: ¿Se mantienen los estudiantes de Periodismo en los Estados Unidos? No, decrecen los alumnos y aumentan los recortes. Trump ha sido noticia por otro desencuentro, esta vez con la Universidad de California, un puntal en la investigación. Te sientes como en casa, al poco de llegar, saltando el español al inglés. Se pronuncia «Yo-se-mi-te», Elvira. Y nos reímos. La lengua franca es el inglés: sin una fluidez mínima estás condenado al silencio. Pero lo que verdaderamente nos permite comunicarnos, saltar todas las barreras, es la vocación por la investigación y la docencia. El interés por el periodismo. Y por el futuro, que pasa por la inteligencia artificial. La próxima semana: sorpresa en Silicon Valley.
Lo que nos permite comunicarnos es la vocación por la investigación y la docencia
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