La manada escolar
El caso del adolescente valenciano objeto de una agresión sexual en manada durante un viaje escolar evidencia que los protocolos y las medidas de prevención ... no funcionan. El acoso venía de lejos y se prolongó tiempo después, hasta que el niño cayó desplomado en casa. Soledad, dolor, vergüenza, pánico, anticipar nuevas vejaciones hasta perder la esperanza. Eso es el acoso sexual infantil. El relato de una víctima estremece: «Yo en ese momento, era como si no estaba allí. Como si se lo estuviera haciendo a otra niña y yo lo veía desde lejos. Desde que me pasó eso, no puedo...». Otro niño cuenta: «Cuando me toca un niño o lo que sea, nada más que me roce, me sobresalto». No son casos aislados. Los protocolos escolares promueven la empatía, el conocimiento y la sensibilización. Pero la realidad se impone: el entorno escolar no es seguro.
Instituciones educativas en todos los niveles diseñan estrategias para apoyar a niños y jóvenes con problemas de salud mental o víctimas de agresiones y acoso. También las universidades. En el congreso de la Sociedad Española de la Periodística, Ainara me cuenta que hace poco han colgado un cartel a la entrada de su despacho: al otro lado de la puerta hay una profesora formada para escucharle con absoluta confidencialidad. Esta semana, en el congreso anual de la Media Ecology Association que se celebra en México, me detengo ante un letrero de grandes dimensiones. La Universidad Panamericana recuerda a sus estudiantes que, ante síntomas de ansiedad o estrés, pueden acudir a la Unidad de apoyo psicológico. Pero estamos hablando de adultos. Es poco realista pensar que niños y adolescentes tomarán la iniciativa, que serán capaces de ignorar al acosador, denunciar, mostrar seguridad, o consultar un psicólogo infantil como respuesta a las agresiones, especialmente si estas se producen en manada.
Según Save the Children, todas las víctimas presentan síntomas. Por eso es importante estar en alerta, observar cambios de conducta, escuchar tanto en el aula como en casa. Y vigilar espacios de riesgo como los baños, talleres o patios. Hay decenas de indicadores de abuso sexual. Entre otros, desconfianza, baja autoestima, miedo, hostilidad, dolor físico, agresividad, vergüenza, depresión o ansiedad. La atención hacia el abuso sexual infantil aumenta y eso es positivo. Pero hay que buscar soluciones que no dependan de la iniciativa de los niños. Callan por miedo, porque es un tema tabú, o por temor a que no les crean. Denuncian generalmente para proteger a otros niños en peligro. Para que sea efectiva, la ayuda debe salir al encuentro.
Hay que buscar soluciones que no dependan de la iniciativa de los niños
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