Ábalos y cía
Hay momentos en la vida en los que por trabajo, o bien enfermedades propias o de seres próximos, nos adaptamos a un hábitat especializado de ... forma extraordinaria. No es fácil, pero llega el día en el que gracias a la observación y, por qué no decirlo, la desesperación, te haces al lugar: te mimetizas con el entorno, te conviertes en uno más. El animalito hospitalario puede encontrar y colocar un pañal a cualquier hora del día y de la noche, cambiar las sábanas sin desplazar al enfermo -tras aprovisionarse con soltura-, y argumentar sin descanso hasta conseguir la dosis extra de calmante. En los aeropuertos, en lugar de ponerse nervioso, el animalito aeroportuario se relaja. Puede caminar kilómetros sin estrés por terminales, puertas, letras, números y trenes de interconexión, ya sea en Doha o en Durban, ir al aseo con cuatro maletas y evitar el sobrecargo con seis bultos.
Y luego están los animalitos políticos. Este es un mundo aparte, reservorio de la democracia. Aquí proliferan las especies depredadoras: Ábalos, Koldo, Aldama, Cerdán. Los conseguidores, muy apreciados dentro del ecosistema político, se caracterizan por su desenvoltura en las relaciones sociales y la falta de principios. El conseguidor se dedica a realizar amaños, intermediar o facilitar contactos y contratos con primas de hasta 500.000 euros al mes. Importante: crece como los hongos en climas tolerantes con la corrupción. La mujer -Carlota, Lola o Ainara, qué más da- es para él moneda de cambio. El fontanero -Leyre Díaz poblando los titulares- trabaja más en la sombra, clandestinamente. Con frecuencia, al margen de la ley. Hablamos de cañerías y desagües, ese espacio misterioso que se encuentra debajo de la pila de fregar o detrás del inodoro, por el que circulan los desechos. Son los que paran las filtraciones, la información negativa que sale al exterior de mano de la UCO. O de los descontentos: por sed de venganza o por afán de justicia (el sentido del deber movió a Daniel Ellsberg, responsable de la filtración de los papeles del Pentágono).
Para fontanero -o conseguidor- no vale cualquiera. Contra Ellsberg, por ejemplo, se montó una operación que incluyó el saqueo del despacho de su psiquiatra. Otra batalla épica fue la del diario The Washington Post frente a Nixon: el diario estadounidense logró poner el foco sobre los fontaneros y los conseguidores, destapando el juego sucio. El caso Watergate supuso el final del presidente y consagró a la prensa como cuarto poder. Los medios, una vez más, han salido al rescate de la democracia. Tolerancia cero. Ni siglas ni perdón: solo cabe dimisión.
Los medios han salido al rescate de la democracia. Tolerancia cero. Ni siglas ni perdón.
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