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Auschwitz no fue una escala de 48 horas

Equiparar la experiencia de ser retenido, incluso bajo custodia militar, con el confinamiento en un campo de exterminio es una banalización del sufrimiento

ELISA NÚÑEZ SÁNCHEZ EX CONSELLERA DE JUSTICIA E INTERIOR

Lunes, 13 de octubre 2025, 23:18

Sostiene el Sr Bordera, diputado independiente del grupo parlamentario Compromís en las Cortes Valencianas, que el trato recibido por los miembros de la Flotilla Global ... Sumud por parte de Israel durante su arresto, flotilla de la que él formaba parte como tripulante, era equiparable con el que sufrieron los prisioneros de Auschwitz, el complejo de campos de concentración y exterminio de la Alemania nazi en el que fueron asesinadas más de un millón de personas. Concretamente afirmó que «han sufrido todas las personas que han pasado por ese auténtico campo de concentración, que está entre Guantánamo y Auschwitz».

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Comparar que lo retuvieran 48 horas, mientras detenían la flotilla en aguas internacionales, con el exterminio planificado de Auschwitz es una ofensa monumental a la razón y a la moral. Esta analogía no solo es frívola con la historia, sino que olvida la distinción crucial entre una retención temporal, por grave que fuera el incidente, y la maquinaria de muerte industrializada del Holocausto.

El diputado intervino, por propia y consciente voluntad, en una iniciativa de desobediencia civil y activismo humanitario: unirse a una flotilla con rumbo a Gaza. Embarcarse, a sabiendas del riesgo de una interceptación por parte de Israel en aguas internacionales, constituyó un acto de libertad de conciencia y expresión. Su posterior retención, si bien calificada como desmedida por observadores neutrales, se enmarcó en una acción política que él mismo escogió. En esto reside el núcleo de su aberrante comparación: la absoluta carencia de libertad que padecieron las víctimas de Auschwitz.

La política exige responsabilidad, especialmente a la hora de invocar símbolos históricos

Auschwitz no fue un lugar al que se decidiera ir. Fue un destino impuesto por la maquinaria de odio desatado por el Partido Nacional- Socialista Obrero Alemán mientras duró su Tercer Reich. Sus víctimas; judíos, gitanos, sacerdotes católicos, disidentes políticos y otros grupos perseguidos fueron despojados de su identidad, de su dignidad y finalmente, de su vida, sin mediar elección alguna. Fueron secuestrados, deportados bajo engaño y finalmente asesinados en cámaras de gas diseñadas para la aniquilación masiva. De ahí que comparar la elección de ir a una zona de conflicto libremente con la imposición de un billete sin retorno hacia la muerte es ignorar la historia dolosamente.

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Auschwitz recibió 1,1 millones de los 1,3 millones de deportados a partir de 1942. Aproximadamente un millón eran judíos; 900.000 de ellos fueron asesinados en las cámaras de gas al llegar, principalmente en la sección de Birkenau, y sus cuerpos incinerados. Los trenes arribaban regularmente desde todos los territorios europeos ocupados, desde Noruega hasta la isla griega de Rodas. Tras su liberación por los soviéticos el 27 de enero de 1945, el Ejército Rojo solo halló a 7.000 prisioneros. Días antes, los alemanes habían forzado a unos 60.000 reclusos exhaustos a marchar hacia el oeste hacia otros campos de exterminio.

Equiparar la experiencia de ser retenido, incluso bajo custodia militar, con el confinamiento en un campo de exterminio donde el único futuro era la cremación, es una banalización cínica del sufrimiento. Es un insulto a la memoria de todos aquellos que perecieron bajo el régimen Nazi. Cuando un político, como el Sr. Bordera utiliza Auschwitz como un mero adjetivo hiperbólico para magnificar su propia experiencia, demuestra una alarmante falta de empatía además de una profunda desconexión con la historia .

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La política exige responsabilidad, especialmente a la hora de invocar símbolos históricos de esta magnitud. El diputado valenciano, al intentar utilizar el martirio de Auschwitz para validar su propia retención, ha cruzado una línea roja. No se trata de restar importancia a lo denunciado por el gobierno sudafricano ante el Tribunal Penal Internacional, hoy día pendiente de sentencia, o los abordajes acontecidos en alta mar, sino de ubicar cada evento en su justa y proporcional dimensión histórica y moral.

La libertad de expresión no ampara la distorsión deliberada de la verdad histórica; recuerde la sentencia del Tribunal Constitucional Español en el caso Violeta Friedman Vs León Degrelle. La memoria de Auschwitz debe ser una seria advertencia contra la intolerancia y la barbarie, no un comodín retórico para el debate político local. Se espera de un representante público no solo una retractación inmediata, sino también una reflexión seria sobre la carga ética que conlleva hablar de los crímenes más oscuros de la humanidad. Su acto de elección libre no puede, bajo ninguna circunstancia, ser puesto en la misma balanza que la aniquilación total de la libertad y la vida de millones de inocentes por el gobierno Nacional-Socialista entre los años 1933 y 1945.

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