Sostiene Jesús Civera en su artículo 'La universidad, la prensa y Gandía', publicado en LAS PROVINCIAS del pasado 15 de mayo que «...la moral católica ... corre por nuestras venas sin que nos enteremos... Después de una guerra vendrá la paz gozosa, aunque la verdad es que Europa y alrededores siempre ha estado en guerra...». Si bien no es esa reflexión el motivo de su escrito, sí que resulta acertada porque da pie a preguntarse, en el delicado contexto europeo, «¿es posible hoy un programa católico de carácter político para Europa?»'.
Pregunta que pide una respuesta cuando se inaugura el pontificado de León XIV que remite, querámoslo o no, a la encíclica 'Rerum Novarum' de su antecesor León XIII, que supuso el nacimiento de la Doctrina Social de la Iglesia y, de cuyas consecuencias políticas resultó la fundación de la Democracia Cristiana que, junto a la socialdemocracia, constituye uno de los pilares fundamentales de la Unión Europea.
En Italia se abrió recientemente un debate que recorre las instituciones de la Iglesia Católica, y que analiza si es posible actualizar los criterios que dieron lugar a la democracia cristiana bajo el mandato de Pio XII. La respuesta la daba el cardenal Matteo Maria Zuppi, presidente de la conferencia episcopal italiana hace unos nueve meses al señalar que había que volver al Código de Camaldoli. El texto aludido contiene las bases programáticas de la Democracia Cristiana, redactadas poco antes de su fundación en 1943. Así, en la segunda quincena del mes de julio de aquel año, más de treinta personalidades del mundo intelectual católico se reunieron discretamente en el viejo monasterio de Camaldoli para poner en común una serie de ideas que refundaran el Estado italiano. El final del fascismo se veía venir.
Enric Juliana sostenía, hace unos meses en La Vanguardia, que el Papa Pío XII estaba al corriente de la operación. En Camaldoli se encontraron, entre otros, Alcide de Gasperi, Aldo Moro, Giulio Andreotti, Paolo Emilio Taviani, Giorgio La Pira, Vittorino Veronese, Sergio Peronetto, Ezio Vanoni, muchos de los cuales acabaron siendo destacados dirigentes de la Democracia Cristiana.
Y fue allí, en el monasterio, donde se sentaron las bases de un programa social-católico para la posguerra europea. Un programa cuyos primeros ocho puntos resulta interesante recordar: 1) Dignidad de la persona humana, la cual exige una libertad bien ordenada, también en el campo económico. 2) Igualdad de derechos de carácter personal, pese a las profundas diferencias de carácter individual, fruto de los diversos grados de inteligencia, habilidad y fuerza física. 3) Solidaridad, el deber de colaboración en el campo económico, para conseguir los fines comunes de la sociedad. 4) La prioridad de los bienes materiales debe ser el beneficio de todos. 5) El trabajo, forma preeminente para la obtención de bienes. 6) Libertad de comercio respetando los principios de la justicia conmutativa (equilibrio en el trato). 7) Respeto a la justicia conmutativa en la remuneración del trabajo. 8) Respeto de la justicia distributiva en la intervención del Estado.
Pero no solamente fue un texto escrito por los que después serían los arquitectos de la nueva Italia, del Tratado de Roma o los antecesores de los que escribirían el Tratado de la Unión Europea.... Se había fundado la Democracia Cristiana. El 25 de abril del 1945, el italiano Comité de Liberación Nacional lanzó un llamamiento a la insurrección general en los territorios del norte de Italia aún controlados por los nazi-fascistas, y la Democracia Cristiana italiana aparecía en la lista de los partidos firmantes. Los católicos habían reaccionado a tiempo. En palabras de Enric Juliana, «la Iglesia Católica intenta descifrar siempre el signo de los tiempos y el cardenal Zuppi, Arzobispo de Bolonia y presidente del episcopado italiano, sugiere un regreso al espíritu de Camaldoli».
Transcurridos 87 años de la reunión en Camaldoli, ya no existen partidos de exclusiva inspiración católica. Hoy, esos valores morales recorren Europa transversalmente; y las fuerzas políticas constituyentes del Partido Popular de Europa o de los Reformistas y Conservadores, los comparten con los principios del humanismo cristiano, mayoritarios en el Parlamento Europeo.
Una convivencia sustentada en los principios que encontramos en la Doctrina Social de la Iglesia de León XIII, que interpela no solo a los católicos en esta época de incertidumbre e insta a no aceptar hacer política sin vincularla con los valores y principios democráticos a los que apela Civera al final de su artículo. En el Parlamento Europeo, la amenaza al Código de Camaldoli, al igual que ayer fueron los militantes de la Republica de Saló en el norte de Italia, hoy son los constituyentes del Eurogrupo Patriotas, del que forman parte Orbán, Le Pen y Abascal. Con toda seguridad.
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