España ante el talento ¿sobrevivir o liderar?
La falta de políticas estables de I+D, la precariedad laboral y la rigidez del mercado limitan la retención de jóvenes cualificados
No hay duda de que vivimos un apasionante momento histórico en el que el talento humano ha dejado de ser un simple recurso laboral para ... convertirse en el principal motor de valor, innovación y cohesión social. En una economía globalizada, interconectada y tecnológicamente acelerada como nunca, la capacidad de un país o de una organización para atraer, desarrollar y retener talento se ha convertido en un indicador decisivo de competitividad.
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El talento, generador de valor, es el principal elemento que sustenta profundas transformaciones como la digitalización, la inteligencia artificial, la deslocalización productiva, el envejecimiento demográfico o la irrupción de nuevos valores generacionales. Por ello y entendiendo este escenario, la retención del talento se presenta no sólo como una prioridad para las empresas, sino como un reto estratégico para el desarrollo sostenible de las sociedades contemporáneas.
Según contempla el informe 'Global Human Capital Trends' de Deloitte del pasado año, el mundo del trabajo ha entrado en una era en la que se desdibujan las fronteras de todo tipo: de jerarquías, de funciones o incluso de países y en la que -cada vez más- cobran relevancia las estrategias centradas en el bienestar, el propósito y la sostenibilidad humana. De ahí que la retención del talento ya no sea sólo una cuestión de incentivos económicos, sino de crear entornos donde las personas puedan prosperar. Este planteamiento cambia los cimientos de la teoría del capital humano, formulada por Gary Becker en 1964, en la que la inversión en formación y desarrollo de las personas se entendía sólo como una fuente de crecimiento económico.
Actualmente, las organizaciones ya no compiten únicamente por mercados o tecnologías, sino también por talento capaz de adaptarse, aprender y liderar en entornos inciertos. El talento humano es hoy más valioso, escaso y difícil de replicar que nunca, y por ello, cada persona con talento que abandona una organización representa la pérdida de conocimiento, cultura organizacional y relaciones que no pueden reemplazarse con rapidez. Si trasladamos esta realidad al caso español, esta lógica tiene especial relevancia, ya que España enfrenta un doble desafío: una tasa de natalidad entre las más bajas de Europa y una creciente movilidad internacional de profesionales altamente cualificados, lo que ha provocado que más de 400.000 jóvenes españoles trabajen en el extranjero, muchos de ellos en sectores de alta innovación. Esta fuga de cerebros está ya erosionando nuestro potencial de crecimiento interno y debilita nuestra capacidad como país para liderar en sectores que marcan nuestro presente y futuro.
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Los estudios más recientes coinciden en que el salario ha dejado de ser el principal motivo de permanencia y que la retención depende ahora de un conjunto de factores emocionales, culturales y éticos. El informe 'State of the Global Workplace 2024' de Gallup revela que solo el 23 % de los empleados en el mundo se declara comprometido con su trabajo, mientras que un 59 % se siente desconectado y un 18 % activamente desmotivado, lo que genera un coste estimado de casi nueve mil millones de dólares en productividad global perdida, lo equivalente al 9 % del PIB mundial. En la misma línea, 'Harvard Business Review' ha subrayado en múltiples estudios recientes que las personas permanecen en organizaciones donde sienten que crecen, son valoradas y encuentran sentido a su trabajo, lo que evidencia que la experiencia del empleado se ha convertido en el nuevo campo de batalla por el talento.
A esta situación debemos sumar que la revolución de la inteligencia artificial, la automatización y la transición verde están reconfigurando los perfiles profesionales requeridos, ya que, como estima el 'World Economic Forum', el 44 % de las competencias laborales cambiarán en los próximos cinco años. En este contexto, los países que no retengan ni desarrollen su talento interno corren el riesgo de quedar rezagados tecnológicamente. China, por ejemplo, ha comprendido esta dinámica y lleva dos décadas implementando políticas agresivas para atraer científicos, ingenieros y emprendedores globales mediante programas como el 'Thousand Talents Plan' , convencida de que el talento es el recurso más escaso y determinante del siglo XXI.
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España enfrenta un reto similar desde una posición más frágil, ya que, pese a contar con universidades de calidad y ecosistemas innovadores en ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia, la falta de políticas estables de I+D, la precariedad laboral y la rigidez del mercado limitan la retención de jóvenes cualificados. Invertir en talento, no es sólo formarlo sino ofrecerles futuro, es una cuestión de supervivencia económica y de justicia intergeneracional.
Nuestro país atraviesa una coyuntura decisiva, ya que la pandemia de 2020 aceleró la digitalización y transformó la relación entre empresa y empleado, pero la recuperación ha sido desigual. Sectores como la tecnología, la sanidad o la investigación científica continúan sufriendo una fuga persistente de talento joven y femenino, mientras que otros más tradicionales aún muestran rigidez para absorber perfiles emergentes. Más del 30 % de nuestros jóvenes cualificados considera emigrar por falta de oportunidades o salarios competitivos, un fenómeno que erosiona la productividad futura, descapitaliza el tejido social y genera dependencia tecnológica de otros países.
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No obstante, también existen señales positivas como iniciativas en universidades públicas para que el talento local permanezca siendo reconocido e impulsado, ejemplo de ello es el Proyecto Futur, pero hay otros, como son los programas públicos de atracción de talento investigador, el auge de startups tecnológicas y la expansión del trabajo remoto que ofrecen oportunidades para recuperar talento, siempre que se logre coordinar un ecosistema donde gobierno, universidades y empresas trabajen juntos para desarrollar carreras sostenibles en España.
Retener talento implica pasar de la gestión de personas a la gestión de experiencias humanas y requiere la colaboración de instituciones públicas, empresas y universidades, además de otros agentes sociales. Debemos ser conscientes de la importancia de la construcción de una cultura de propósito y reconocimiento, del liderazgo empático y transparente, del aprendizaje continuo y la movilidad interna, de la atención al bienestar y la flexibilidad, así como de la garantía de equidad y diversidad.
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Estas estrategias requieren inversión y transformación cultural profunda, pasando de ver a las personas como costes a verlas como propósito. Para ello, es importante promover medidas concretas como el aumento de incentivos fiscales en I+D+i o implementar políticas de repatriación del talento, entre otras.
La retención del talento es hoy más que nunca una cuestión estructural, ya que en un mundo que redefine el trabajo, los países y las organizaciones que apuesten por cuidar, desarrollar y retener a sus personas serán los que lideren el futuro. Este desafío no puede recaer únicamente sobre empresas o gobiernos, sino que requiere una alianza social entre instituciones educativas, sector privado, administraciones y ciudadanía. Apostar por la retención del talento es apostar por el conocimiento, la innovación y la cohesión social. Cada joven que se marcha no sólo representa una cifra en las estadísticas, sino una oportunidad perdida para innovar y construir país.
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El verdadero progreso no consiste sólo en prosperar económicamente, sino en hacer prosperar a las personas, y en un tiempo de incertidumbre, esa puede ser la diferencia entre una sociedad que sobrevive y una que lidera.
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