Democracia enferma
La penúltima modificación ha sido la aparición de las redes sociales, aumentando la trasmisión extrafamiliar en detrimento de la solidez de las culturas intrafamiliares
EDUARDO BENLLOCH GARCÍA
Viernes, 16 de mayo 2025, 23:52
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EDUARDO BENLLOCH GARCÍA
Viernes, 16 de mayo 2025, 23:52
En las sociedades más antiguas, los conocimientos culturales se trasmitían principalmente (Cavalli-Sforza and Feldman; 1981) de padres a hijos (trasmisión intrafamiliar vertical) con cinco ... modos adicionales: generaciones remotas (abuelos y tradiciones orales de los ancianos), intrafamiliar horizontal (hermanos y familia de la misma generación), intrafamiliar oblicua (familias adultas estrechamente relacionadas), extrafamiliar horizontal (contacto con individuos no relacionados de la misma generación- compañeros) y extrafamiliar oblicua (miembros adultos de la comunidad de la generación de los padres) con distintas frecuencias, contextos e interacciones que explicarían ampliamente la variabilidad cultural y conductual de los individuos concretos. Los análisis evolutivos, tanto genéticos como de las formas de trasmisión de la cultura tienen mucho que contribuir a nuestra comprensión de la diversidad humana, y particularmente de la diversidad conductual (Durham, W. H. 'Coevolution'; 1991).
El esquema ancestral ha sido sacudido periódicamente por avances técnicos en la trasmisión de la información: escritura, libros manuscritos, mecanización de la impresión de libros y prensa, universalización de los escritos, aparición de la radio y la televisión, disminución de la educación intrafamiliar, educación obligatoria extrafamiliar... Cada paso ha modificado la composición de los contextos de trasmisión de la cultura y su formal diversificación y ampliación, tanto individual como colectiva y, en definitiva, su fijación a normas y tendencias estables.
La penúltima modificación, por ahora, ha sido la aparición de las redes sociales, de impacto mundial, aumentando la trasmisión extrafamiliar en detrimento de la solidez de las culturas intrafamiliares. Es difícil valorar si de estos impactos la cultura ha salido crecida o la inmediatez de la obtención de información ha hecho disminuir la cultura en su conjunto, en el sentido del conocimiento, de la comprensión y valoración de datos y situaciones. No hay duda de que las redes tienden a uniformizar grupos en usos y criterios, en parte por los llamados 'influencers', pero también a una deriva hacia el individualismo, hedonismo y aislacionismo, «el desierto actual no lo es de arena y dunas, sino de bytes y nodos» (J. Baqués), que cambian actitudes socioculturales y facilitan la manipulación de los criterios y las voluntades mediante el uso de los inmensos depósitos de datos, que los usuarios otorgan inadvertidamente a las grandes empresas propietarias de las redes.
Consecuencias adversas ya están empezando a aparecer. En los últimos tiempos, países con democracias consolidadas se deslizan hacia democracias imperfectas, con derivas autocráticas (Applebaum), manteniendo apariencia de los ritos democráticos: elecciones, parlamentos y debates. Cambios a la vista de todos, sin que la sociedad civil, a falta de una sólida cultura democrática, paulatinamente mermada, haga el menor gesto de incomodidad.
No faltan voces autorizadas que lo advierten y denuncian, pero no penetran en las redes sociales con la intensidad y la presión necesarias para crear 'influencia'. Cada vez son más los ciudadanos que simplemente prescinden de los medios convencionales ante la tentación fácil de las redes, donde mucha información usualmente cursa sin nombres, apellidos, ni fuente de origen. Lamentablemente, quien se nutre de esa manera, no se para a investigar la veracidad de los datos y opiniones que gratuitamente le ofrecen, y cuya adquisición no requiere más esfuerzos que leer unas pocas frases. O un relato sutilmente introducido. A veces una sola palabra.
Está por ver cómo la Inteligencia Artificial (IA), con su veloz desarrollo y las dificultades que entraña su control, vaya a influir en esa evolución cultural. Harari Y.N. (Nexus, 2024) lo ha analizado minuciosamente y sus conclusiones son prospectivas, sobre todo en el plano político. Los algoritmos favorecerían el florecimiento democrático, «pero se subestima tanto la naturaleza sin precedentes de la revolución de la IA», que pueden ser, a la vez, peligrosos por el poder totalitario que otorgan si los datos, su control y sus objetivos programados no son idóneos, porque «la IA es la primera tecnología de la historia capaz de tomar decisiones y de generar ideas por sí misma» (ibid).
Ahí tenemos unas causas, entre otras muchas, de la enfermedad de nuestras democracias que poco a poco, a distintas velocidades, se van degradando. Si miramos a nuestro alrededor encontraremos ejemplos por doquier. Unos cerca, nuestro propio país, otros tan aparentemente alejados como los EE.UU. En otros la democracia ya ha fenecido...
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