Corberán y Baraja
El técnico salvó al Valencia del descenso y Lim le dio las llaves del proyecto junto al ¿CEO? Gourlay. Y ahora resulta que las puertas no se abren
Me empieza a preocupar el Valencia. El Valencia y Corberán. Me habrán leído en multitud de ocasiones escribir -y escribir bien- del entrenador de Cheste ... desde que comenzó esta temporada. Obviamente por su medio año excepcional del curso pasado y porque me parecía justo dejarle construir este. Tengo una máxima en la vida: no olvides a quién te ayudó. Me pasó con Baraja y me pasa con Corberán. Mi tolerancia y mano izquierda con los dos últimos entrenadores del Valencia tiene que ser mayor que para personajes como Ayestarán, Neville, Celades... que también vinieron de la mano de Lim, pero que no aportaron más que disgustos deportivos. Baraja era una leyenda y salvó milagrosamente al Valencia del abismo de Segunda. Eso no se puede olvidar. Por eso, me costó tanto aceptar que el año pasado había que destituirle. Porque merecía un margen que en el fútbol no suele existir. Pero, como siempre, el juez implacable del resultado acabó por despedirle: 12 puntos y colista de la liga.
Y llegó Corberán. No sabría decir qué fue más milagroso: lo que hizo el Pipo en su primer año o lo que logró Carlos el curso pasado. Pero, como ambos son milagros, no hagamos un campeonato absurdo, los dos hicieron algo casi imposible y que nadie debe olvidar. Y, por lo mismo que mi margen con Baraja fue hasta el límite del desfiladero, creo que Corberán merece más margen que nueve jornadas de liga. Se lo ha ganado. Ahora bien, tampoco podemos mirar hacia otro lado cuando la realidad te atropella. El Valencia lleva números de descenso. Otra vez. Nueve puntos en nueve jornadas son treinta y ocho a final de liga. O sea: a Segunda. Eso si miramos solo los fríos números. Si rascamos por debajo, aparece el iceberg. El Valencia ha perdido con los dos colistas de la liga con los que se ha enfrentado: un Oviedo que no le había ganado a nadie fuera y un Girona que, directamente, no le había ganado a nadie. Fue humillado como nadie en Barcelona y mereció ser goleado en Cornellà. Si el entrenador no quiere ver eso tendrá un problema mucho más serio que los resultados. La escena se repitió en Mendizorroza. Su equipo fue mejor 20' y no llegó a portería contraria durante la hora y pico siguiente -como ante el Espanyol- pero Corberán habló bien de la 'mentalidad' del equipo. ¿La mentalidad del balón al palo? ¿La de Agirrezabala volando otra vez para evitar el gol? ¿La de su equipo no pasando de medio campo una hora? Es la primera vez que escuché a Corberán contando milongas en lugar de hablar de fútbol con las clásicas excusas del que empieza a perder el control de la situación. El Valencia, amigos, involuciona.
Solo ha hecho un partido solvente en nueve jornadas -ante el Getafe jornada tres- y por eso solo ha ganado dos. Y el segundo contra un Athletic que pudo golear en los primeros 30'. Esa es la realidad a 23 de octubre. El equipo ha perdido la confianza en sí mismo -como ya pasó con Baraja- y juega con un miedo atroz a perder contra cualquiera. Lo que Corberán recuperó cuando llegó, ahora lo está perdiendo él.
Tengo una máxima en la vida: no olvides a quién te ayudó. Me pasó con Baraja y me pasa con Corberán
Y todo esto es lo que provoca que el valencianista esté, un año más, con la sensación de que la temporada volverá a ser 'lo de siempre'. Y, como mostró ante el Oviedo, ya no traga. No se come otro año como el pasado. Porque Mestalla exige algo más que los últimos cuatro partidos jugados. Y no hablo de resultados -que también- sino la sensación de no jugar a nada. De estar muchos minutos a merced del rival. De merecer perder y no de ganar. Ese es hoy el Valencia de Corberán. Merece margen para cambiarlo. Pero no más para reconocerlo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión